La ruptura del gobierno de la Generalitat y la fractura de Junts per Catalunya vaticinan el agravamiento de la crisis del independentismo y auguran momentos políticos de mayor incerteza y de confrontación partidista. El trasfondo de la quiebra secesionista es la propia zozobra del independentismo ante su cada vez mayor desafección y hartazgo entre la ciudadanía y la disputa de sus propios espacios políticos y de hegemonía de poder interna.
La consecuencia de lo anterior ante las elecciones municipales a celebrar el próximo mes de mayo puede desplazar en una parte muy significativa al que debiera ser el eje central de debate electoral de estos comicios. Tratándose de unas elecciones municipales el epicentro ha de ser Barcelona y cualquier viraje de éste hacia controversias independentistas solo tiene una beneficiaria: Ada Colau.
La alcaldesa sabe perfectamente que para revalidar su mandato lo importante no es tanto su propio resultado electoral partidista, que lo es, sino que lo imprescindible es si es capaz de alcanzar la mayoría absoluta del consistorio, obtener 21 concejales, mediante la suma entre comunes y ERC. No alcanzar esta cifra de regidores abre la posibilidad de una alternativa de gobierno y de gobernabilidad que permitiría desbancarla como primera edil de la ciudad.
Para que esta opción de desbancar a Ada Colau sea posible es condición sine qua non que no sume esos 21 escaños, entre comunes y republicanos, y también se requiere que en Barcelona catalanes independentistas y no secesionistas puedan sumar. Con la ruptura de Junts x Catalunya y separados entre ellos por una Laura Borràs y un Carles Puigdemont que encabezan la irracionalidad y la confrontación y división entre catalanes y desde Catalunya con el resto de España, este entendimiento imprescindible por Barcelona de estelados y de barceloneses que se sientan también, además de catalanes, españoles, se antoja imposible.
La opción de Xavier Trías, si decide el exalcalde presentarse como candidato, devendrá ahora una opción tocada o muy tocada. Borràs y Puigdemont han decidido la agenda de su partido, la ruptura con ERC del gobierno de la Generalitat, y marcarán sin duda el tiempo político previo a la celebración de las elecciones municipales. Aunque Trías disponga de libertad para estrategias, equipos y pactos, es obvio que su partido, lo estamos comprobando ya, acelerará en su radicalidad independentista. Sorprende por otra parte, que hace unos días la abstención de ERC y la Junts de Trias hayan permitido a Ada Colau iniciar la aprobación de los presupuestos municipales de 2023.
Al independentismo no le importa los barceloneses y de Barcelona solo para ponerla al servicio de la secesión. No le importa los barceloneses. Desde la Generalitat que gobiernan perseveran en el agravio de negar a Barcelona la financiación, los servicios y las inversiones que le corresponden en detrimento de los feudos territoriales de la secesión y de tantos chiringuitos administrativos. La mejor Barcelona no es su objetivo sino solo un instrumento estelado más para forzar, además de la ley, la libertad, la pluralidad y la convivencia. Necesitan ahora un ayuntamiento al servicio de sus intereses secesionistas, convirtiendo la Casa Gran en un casal independentista.
En estas elecciones municipales ha de estar en juego el futuro de Barcelona y no el afianzamiento del procés. Nuestra ciudad debe estar libre de independentismo, ausente de Colau y gobernada con eficacia y sentido común. Para conseguirlo se precisarán sumas de dispares e incluso desde sentimientos diferentes y partidos que pudieran parecer contradictorios, pero que en lo que todo se debe supeditar lo que nos une: Barcelona.