Tenía la sensación y la ilusión de que el presente mandato municipal tendría debates profundos, discursos de altura e intervenciones de esas que escuchan todos los concejales y el personal de la casa que está presente en los plenos del Ayuntamiento de Barcelona.

Eran expectativas no sólo mías, sino también de otros concejales, justificadas ante la importancia de cargos desempeñados por otros compañeros en el pasado. Tendríamos cuatro años compartiendo escaño a un primer ministro de Francia (Manuel Valls), un ministro de Trabajo de España (Celestino Corbacho) y hasta cuatro consellers de la Generalitat.

Quien ha cumplido con creces esas expectativas ha sido Celestino Corbacho. He tenido la suerte de tenerlo al lado en el pleno y su despedida como concejal del Ayuntamiento de Barcelona fue emotiva y cariñosa por parte de todo el consistorio.

Fue esa despedida el broche perfecto a una trayectoria política de primer orden. Fue alcalde de la segunda ciudad de Cataluña (L'Hospitalet de Llobregat), con mayorías absolutas y gobernando con otras fuerzas políticas; presidente de la Diputació de Barcelona, y quizá el cargo más importante, pero también el más difícil, fue el ministro de Trabajo e Inmigración en la etapa más dura de la crisis de 2008. Diputado también en el Parlament, Corbacho volvió -tras un breve paréntesis- a la política que más le llenó, la municipal, en la ciudad a la que llegó desde Extremadura, Barcelona.

A Celestino, en el pleno del Ayuntamiento, lo escuchábamos todos. Y desvelaré algo… Uno de los que más quiere la Casa Gran es el secretario. Sean del signo que sean y del color que sean, la cara de los concejales es de satisfacción cuando hay intervenciones de altura durante los plenos. Esa era su cara en la mayor parte de intervenciones de Celestino, que además arrancaba no pocas sonrisas de su serio semblante y del resto de asistentes.

Decía que cumplió con creces esas expectativas, y no sólo mías, cuando en las intervenciones de todo el consistorio coincidieron varias declaraciones en su despedida en dos líneas: su tono en las intervenciones y su profundo conocimiento de la política municipal.

Ha sido un lujo que compartiera con nosotros sus vivencias, experiencias y conocimiento de la política. He perdido a un compañero y consejero en el grupo municipal, pero he ganado un amigo. Algún político me ha dicho que no había venido a hacer amigos a la política, sino a hacerla. Lo que más agradezco yo a la política es haber hecho grandes amigos. Como él, Celestino Corbacho. Ahora la que sale ganando es Carmen, su mujer, que podrá disfrutar a tiempo completo de su marido.