Los pisos, las viviendas sociales, los vecinos que se quedan en la calle. Ha sido y es el gran reclamo electoral de Ada Colau, su punto fuerte, podríamos decir. ¿Cómo se puede estar en contra de que haya una mayor igualdad y que el acceso a la vivienda esté al alcance de todos? Pero lo que es relevante es el estudio de otros casos, las necesarias comparativas y asumir lo que los datos arrojan de forma tozuda. El fenómeno nuevo, con el que nadie contaba hace unos años, es que la ideología se ha impuesto a los hechos, y da igual que se demuestre que la realidad va por otro lado. Colau dijo que compartía “la preocupación por la presencia de los fondos buitre en Barcelona”, en la feria The District. Unos activistas acabaron rociando con pintura a algunos de los asistentes, y provocó la intervención de los Mossos d’Esquadra.

Colau insiste ahora en que el Gobierno central debería permitir la congelación de los precios del alquiler. Es cierto que es un problema serio, y es que la oferta de alquiler se ha reducido de forma sensible. Se nota ahora, pero los efectos llegan después de acciones legislativas, desde el Parlament de Cataluña, con la presión del Ayuntamiento de Barcelona, de hace más de un año y medio. Los límites a los precios del alquiler no han generado más oferta. La han reducido. Todos los grandes expertos que manejan los datos y están en contacto con el sector lo corroboran. Una buena intención no se traduce en buenas respuestas para muchos vecinos de Barcelona que lo tienen crudo para acceder a un alquiler. ¿Lo puede interiorizar Colau y la izquierda alternativa que insiste en el intervencionismo?

Las administraciones deben regular, por supuesto. Pero lo primero es trazar una estrategia que dure años, que sea estable, que logre la confianza de inversores y de propietarios. Y ahí está la clave. Lo señala el catedrático de Economía de la Universitat Pompeu Fabra, José García Montalvo. Este mismo lunes lo reiteraba en el programa Tot es mou de TV3. En España, y eso es válido, claro, para Barcelona, las grandes empresas y fondos solo controlan el 5% del mercado de alquiler de viviendas. Más de 2,3 millones de contribuyentes declaran rentas inmobiliarias. ¿Qué ha pasado en los últimos meses? Que muchos de esos propietarios, viendo la inseguridad respecto al alquiler, han preferido “quitarse de en medio el problema”, en palabras de García Montalvo, vendiendo la vivienda. Para ellos es una buena decisión, porque los precios han ido subiendo en los últimos meses. Pero para el conjunto de la sociedad es una mala noticia, porque se reduce el mercado del alquiler.  

Con una presión cada vez mayor en Barcelona –es una ciudad muy atractiva para muchos profesionales, y sigue siendo barata si la comparamos con las grandes capitales europeas—la vivienda de alquiler escasea. Pero la solución no pasa por limitar el precio, ni por congelarlos, como insiste Colau, sino en tomar decisiones que se mantengan en el tiempo. ¿Cuáles?

El economista de la UPF pide esa política constante y se refiere a menudo a Vitoria, la capital alavesa. Lleva 30 años haciendo lo mismo con dos principios. El primero es que ninguna vivienda pública dejará de serlo nunca. Es pública y se beneficia el conjunto de la sociedad. No se privatiza ni el último inquilino se beneficia con una venta con precio de mercado. El segundo es que no se construirá ningún piso público que no sea de alquiler.

¿Experiencias del intervencionismo de Colau? La encontramos en Berlín. ¿Qué pasó? Hay un mar de pleitos por la fórmula que se utiliza para fijar los precios de referencia del alquiler.

¿Fondos buitre? Ese no es el problema. Los tenedores de viviendas son los pequeños propietarios, que tienen, además del piso de residencia habitual, uno o dos inmuebles más y los colocan en el mercado del alquiler. En un momento dado, como decía Cruyff, y en función de la coyuntura, los ponen a la venta, para no tener más problemas o incidencias. Y si un porcentaje importante de propietarios hace lo mismo, adiós al mercado del alquiler. Porque, resulta, y eso no se puede imputar a Colau, o sólo a sus ocho años de mandato, que las administraciones han hecho bien poco en crear ese mercado de alquiler, a diferencia de las grandes ciudades europeas, comenzando por Viena y pasando por París que llevan décadas y décadas con esas políticas.

El mercado suele responder a las necesidades. Hizo más la pandemia del Covid, al frenar la demanda, y provocando un cierto descenso en el precio del alquiler, que cualquier limitación de precios dictada desde los gobiernos. Sí se debe intervenir, como indica García Montalvo, cuando varias empresas controlan ese mercado. O cuando hay una información asimétrica. Es decir, que el que alquile un piso no sepa nada del inmueble. Para este economista no se da ninguna de esas dos premisas. Entonces, ¿a qué jugamos?