El título de este artículo recuerda poderosamente la célebre frase de Pío Baroja sobre el diario El Pensamiento Navarro. O pensamiento o navarro, sentenció don Pío. Sobre Ada Colau, la alcaldesa activista, podría decirse algo parecido: o alcaldesa o activista, si no fuese porque la interfecta ha decidido que ambas ocupaciones son perfectamente compatibles. Lo demostró hace unos días durante ese congreso inmobiliario que tuvo lugar en la Fira de Barcelona y que atendía por The district (¿alguien me podría explicar por qué hay que ponerle un nombre en inglés a todo lo que se celebra con más o menos pompa y circunstancia? ¿Tan mal suenan El distrito o El districte?).
Como ustedes recordarán, hubo protestas de colectivos anti especulación, lo cual entra dentro de lo normal, ya que en ese tipo de cónclaves es inevitable que se cuelen empresas de dudosa moral (véanse los famosos fondos buitre, cuyo nombre ya lo dice todo sobre su sentido de la ética y su amor al prójimo). Lo que ya no es tan normal es que la alcaldesa de Barcelona bendijera y azuzara a los sublevados siendo la presidenta del ente que acogía el evento, como es el caso. ¿No habría sido preferible cribar previamente la asistencia de empresas del sector inmobiliario para cerrarles el paso a los fondos buitre?
Dejarlos pasar y luego echarles encima a las asociaciones que ya están hartas de que en Barcelona no se pueda alquilar un apartamento a precios razonables es un intento, asaz fallido, de demostrar que a la señora alcaldesa le sangra el corazón ante los usos y costumbres de muchos tenedores de pisos en nuestra ciudad, pertenezcan o no al infame sector de los fondos buitre. Si todavía estuviera al frente de la PAH, no habría nada que objetar a la actuación de Colau, pero resulta que ya no lo está, que no es una activista (aunque se dedique a repartir dinero público entre los amigos que siguen en lo del activismo, costumbre que ya le ha traído algún problemilla con la justicia), sino la alcaldesa de Barcelona y la presidenta de la Fira. Con lo que azuzar a las masas para que tomen al asalto el recinto ferial es como protestar contra sí misma. Curiosa esquizofrenia ésta, la de ser a ratos alcaldesa y a ratos activista.
ADA Y LOS CONGRESOS
El cargo de alcalde incluye la molesta ingesta de sapos con cierta frecuencia. Ada ya intentó boicotear el Mobile World Congress porque le parecía una exaltación grosera del capitalismo, aunque luego se la tuvo que envainar porque la feria en cuestión se dejaba una pasta en la ciudad y si nos poníamos tontos, igual se hacían con ella en Madrid o Málaga, ciudades, por cierto, que ya le han echado el ojo a The District. Yo ya sé que lo de Barcelona, ciudad de ferias y congresos es un invento de Porcioles y, por consiguiente, una reliquia de los tiempos del Caudillo, pero con esos recintos feriales que Dios nos ha dado, algo habrá que hacer, digo yo. Unas ferias son menos polémicas que otras, y puede que The District se lleve la palma de la polémica en estos tiempos en los que la vivienda se ha convertido en uno de los principales problemas de los barceloneses. Pero si presides la Fira, te toca aguantar lo que te echen en vez de rendirte a tu esquizofrenia creativa y autorizar una feria un día y desautorizarla al siguiente.
Como no hay mal que por bien no venga, la ridícula actitud de Colau ha sido una bendición para otros. Concretamente, para Jaume Collboni, que se plantó en el salón de marras para tranquilizar a los participantes e insinuarles que con él de alcalde no tendrían ningún problema a la hora de seguir especulando (perdón, contribuyendo a la sostenibilidad y la justicia social en Barcelona). A Collboni le conviene distanciarse de Colau en vistas a las próximas elecciones, borrando la impresión tan extendida de que ha sido un comparsa de los comunes durante demasiado tiempo. En ese sentido, la manía de Ada de creer que se puede estar en misa y repicando le ha venido muy bien para presentarse, a sí mismo y al PSC, como una sensata alternativa a Ada y sus comunes (y corrientes).
La actitud de Colau no ha sido precisamente lo que el Astut definía como un win win (parece que en inglés sonaba mejor que ganar, ganar o guanyar, guanyar). Solo ha conseguido dar una (nueva) muestra de incoherencia y ayudar al socio de gobierno, convertido ya en adversario, a desalojarla del sillón municipal: una maniobra no excesivamente brillante, diría yo.