El pasado mes de agosto, Barcelona sufría cuatro veces más okupaciones de viviendas que Madrid. Y en lo que va del presente año, ya se han registrado más de 2.000 robos en domicilios, establecimientos y otras instalaciones. Sin embargo, una nueva medida del Ayuntamiento obliga a sacar las rejas y protecciones de las casas, argumentando que vulneran la normativa del paisaje urbano. De poner las cosas todavía más fáciles a okupas y a ladrones a domicilio se ha encargado otro chiringuito municipal llamado Instituto del Paisaje Urbano. Lo preside la inevitable Janet Sanz y debería trabajar para impedir que se viesen cosas que afean la ciudad. Como los bloques y bolas de cemento y los contenedores rebosantes de inmundicias. O las pancartas y carteles de propaganda y autobombo del Ayuntamiento que cuelgan de farolas y de todo mobiliario urbano susceptible de colgar algo que dañe a la vista e insulte a la inteligencia y al buen gusto, a mayor gloria de la alcaldesa y su congregación.

Empeñados en conseguir una ciudad y un mundo al revés, los supuestos revolucionarios que tanto prometieron y casi nada han cumplido siguen ajenos a la realidad y negando lo que ya no pueden ocultar. De este modo, todos los males de sus alucinaciones los sufren los más desprotegidos y los barrios más populares, como la Barceloneta y Ciutat Vella. ¿Casualmente?, son los que más denuncian las tropelías municipales. Y tal como sentenció aquel maestrillo amigo de Colau, que llegó a vicepresidente, la comunada suscribe que “quienes instalan alarmas en sus casas son de extrema derecha”. Aunque su señora ministra goza de una de las mansiones más vigiladas de las élites madrileñas, pagando el pueblo al que tanto dicen querer y al que tanto deben.

“El miedo que tenemos nosotros no lo tiene Colau. Somos el barrio con más alarmas de toda la ciudad. Se okupan incluso pisos altos. Tenemos miedo de que nos okupen el piso. Quitar las rejas, es dar vía libre a los delincuentes”, protestan los vecinos de la Barceloneta ante la nueva cacicada municipal que les ordena y manda: “Eliminar los elementos no originales, añadidos, distorsionadores y/u obsoletos (antenas, aires acondicionados, rejas, ballestas, persianas con cajón exterior...), hasta en las plantas bajas, los primeros pisos y los balcones, que son los más fáciles de asaltar por malhechores y okupas. 

Los insensatos y los cómplices necesarios de los delitos que puedan cometerse, si nadie lo impide, son un grupo de ignorantes de la estética y la historia de la ciudad. Porque rejas y balcones de hierro forjado forman parte del patrimonio de la artesanía de la forja, y se integran desde el paisaje del Eixample, que están triturando, hasta los barrios más humildes, donde son mucho más sencillos. Pero en todos los casos fueron y son elementos ornamentales de seguridad y privacidad, desde los bajos hasta los principales. Algo que ya ocurría desde mucho antes del vandalismo que recorre la ciudad. Al contrario de la teoría que dice que las alucinaciones se pasan antes o después, a la actual casta municipal ya les duran demasiado y se agravan cada día que falta para las elecciones. Y mientras la ciudadanía honrada vive entre rejas, no hay quien meta entre rejas a okupas y demás delincuentes.