No va a ser la oposición mancomunada de ERC y los Comunes la que impida la ampliación del aeropuerto de Barcelona, sino la codicia de las compañías aéreas que pronto conseguirán que la gente sólo vuele por necesidad. Tras la pandemia las empresas no han recuperado las plantillas, de modo que la atención al cliente (desde la facturación hasta los servicios a bordo) es mucho más precaria. En estos momentos hay huelgas en curso en Ryanair y Vueling pero las otras firmas se resienten también.

En realidad los que de verdad se resienten son los usuarios. Las aerolíneas ofrecen menos a precios más altos y, además, han aumentado las ventas de billetes por encima del número de plazas. Le llaman overbooking. Una forma de disfrazar que venden los asientos dos veces. Si eso lo hiciera un promotor inmobiliario, acabaría en la cárcel por estafa. Las compañías de aviación ni siquiera son multadas.

EL TIMO DEL 'OVERBOOKING'

¿A qué espera el ministro Garzón para meterles mano? He aquí un mensaje recibido por pasajeros de Vueling (Bruselas-Barcelona): “Hola: ¿Tienes flexibilidad para cambiar tu vuelo? Si es así, preséntate como voluntario/a por si se diera el caso de que tu vuelo fuera muy lleno y necesitáramos reubicarte (a ti y tus acompañantes) en un vuelo posterior. A cambio recibirías un descuento de 250 euros por persona para usar en tu próxima reserva”.

Hubo quien, sorprendido y asustado, decidió acudir al aeropuerto antes de las dos horas recomendadas. Allí había muchas otras personas con mensajes similares. A algunas, sin embargo, no les ofrecían 250 euros sino sólo 50. ¿Por qué? Un misterio. Dos muchachas habían adquirido juntas el pasaje… tres meses antes. Una logró la tarjeta de embarque vía internet; la otra, no. Se presentó en el aeropuerto confiando en que todo fuera un problema informático. No lo era. El personal de facturación le entregó una tarjeta de embarque provisional. Si alguien fallaba, volaría; si el avión se llenaba, se quedaría en tierra. ¿Por qué una sí y la otra no? Otro misterio. Alguien preguntó por qué había recibido el mensaje. La respuesta fue muy clara: se habían vendido billetes por encima de la capacidad de la aeronave.

Dos viajeros consultan los paneles con los vuelos programados en el aeropuerto de El Prat, en Barcelona

Dos viajeros consultan los paneles con los vuelos programados en el aeropuerto de El Prat, en Barcelona

El personal de cabina de Vueling está ahora en huelga por motivos laborales. A poco que la empresa trate a sus empleados con la misma displicencia, rayana en el desprecio, que a los clientes, se comprende el paro. Para dar todos los datos: el vuelo salió con más de dos horas de retraso, lo que no tiene nada de particular. Algunos de los pasajeros ya habían sufrido retrasos superiores en el de ida.

El chiste de ofrecer dinero (en forma de descuento posterior) tiene truco. No vale responder con otro mail diciendo que sí y aprovechar el día. No. El pasajero debe “acudir a la puerta de embarque el día y la hora” del vuelo contratado y una vez allí, “si al final del embarque se necesitara tu asiento, te cambiaríamos al vuelo que has elegido y recibirías tu descuento”. Pero si no fuera así: “volarás en tu vuelo actual”. Es decir, hay que perder la jornada en el aeropuerto. Nota menor: ¿por qué la mala educación del tuteo?

Hay miles de historias de maltrato parecidas, que empiezan en las larguísimas colas para facturar. La semana pasada un vuelo Barcelona-Múnich de Lufthansa se pasó 25 minutos en la pista antes de que los pasajeros pudieran desembarcar porque no había pasarelas disponibles. La entrega del equipaje se produjo dos horas después del aterrizaje. Otro vuelo de la misma compañía en sentido inverso esperó un buen rato para despegar porque, según la tripulación, faltaba personal para cargar las maletas. En las mismas fechas, un grupo que tenía que volar con Easyjet de Londres a Barcelona a las 17.00 horas, recibió un mensaje: el vuelo saldría antes. Y salió: a las siete de la mañana.

La T2 del aeropuerto de El Prat-Barcelona en plena huelga de tripulantes de cabina de Ryanair / EFE - MARTA PÉREZ

La T2 del aeropuerto de El Prat-Barcelona en plena huelga de tripulantes de cabina de Ryanair / EFE - MARTA PÉREZ

Ada Colau puede dejar de combatir la contaminación que supone el aeropuerto. Las compañías se están suicidando solas. Al final, sólo volarán los que puedan utilizar un jet privado, como los más de 300 capitostes que acudieron a la cumbre del clima en El Cairo. Los dirigentes políticos (a los que se suponía sensibilidad medioambiental) podían haber utilizado aviones comerciales de mayor capacidad, pero claro: son gente importante, a quien ni le pierden las maletas ni le hacen esperar para la facturación ni sufre retrasos ni le ofrecen cambiar el vuelo a otro día. Aunque contamine cada uno de ellos como lo haría un vuelo con 350 pasajeros. Y para esos trayectos, en su inmensa mayoría prescindibles, las instalaciones de El Prat bastan y sobran. No hace falta ampliarlo, salvo que el motivo sea el 3%. Quizás por eso la antigua Convergència está a favor.