El 21 de febrero de 1925 salió a la venta el primer número del semanario The New Yorker, que sigue publicándose a día de hoy, pese a su condición deficitaria. Propiedad desde hace tiempo del grupo Condé Nast, la editorial se puede permitir perder algo de dinero con The New Yorker porque lo recupera con otras cabeceras, como Vogue o Vanity Fair, y porque el semanario es una institución en la ciudad de Nueva York, en todo Estados Unidos e incluso en Occidente entero. Para quien no lo conozca, diré que es una especie de Time Out (o de la difunta Guía del Ocio barcelonesa), pero con pretensiones artísticas e intelectuales. Además de informarte de los estrenos de cine y teatro, de las nuevas exposiciones y de los conciertos de música clásica o pop, The New Yorker incluye largos artículos sobre temas usualmente interesantes, relatos de escritores conocidos, fotografías de mérito, chistes gráficos de una inteligencia muy notable y -¡la joya de la corona!- unas portadas espléndidas en las que cualquier ilustrador del mundo desea ver su propia obra.
En Barcelona nunca hemos tenido una revista así, pero ahora nos podemos consolar con el libro The Barcelonian, editado por el Ayuntamiento y la Factoría Cultural Martínez de la admirable emprendedora Inés García Albi, y que recoge más de cien portadas de una revista que no ha existido jamás y que atiende, a rebufo del New Yorker, por el nombre de The Barcelonian. Como esos discos de Barry Adamson y otros compositores que incluyen música para películas que jamás se rodaron, The Barcelonian consta de un montón de portadas para una revista que nunca existió. El resultado es espléndido, pero también provoca sensaciones agridulces: el homenaje irónico funciona a la perfección, pero, inevitablemente, te quedas con la impresión de que en Barcelona solo damos para simulacros ingeniosos de cosas que nunca hemos sido capaces de llevar a cabo --aunque la necesidad de un semanario como The New Yorker en nuestra ciudad ha sido tema recurrente de conversación entre un servidor de ustedes y muchas otras personas a lo largo de los años--.
FALSAS PORTADAS DE ARTISTAS
Todo surgió cuando la pandemia del coronavirus, con todos nuestros dibujantes encerrados en casa como el resto de sus conciudadanos. La ilustradora Luisa Vera, para combatir el aburrimiento, se inventó la primera portada de la inexistente The Barcelonian, la colgó en Instagram y vio cómo sus colegas se apuntaban en masa a su divertida e ingeniosa iniciativa. Así empezaron a aparecer en las redes sociales falsas portadas de una falsa revista a cargo de artistas tan interesantes como Miguel Gallardo --a quien va dedicado el libro y que nos dejó el 21 de febrero de 2022, unos meses antes que su socio en los tiempos de Makoki y el underground, Juanito Mediavilla--, Meritxell Duran, Perico Pastor, Xano Armenter y así hasta superar el centenar de obras que aparecen en el libro editado por el Ayuntamiento y que no será el último, dado que The Barcelonian sigue en pie y el volumen llega hasta noviembre de 2021.
Ideal para regalos navideños, The Barcelonian cumple una triple función: los dibujantes que nunca han recibido un encargo de The New Yorker publican en un remedo inexistente, pero bonito y resultón. Los devotos de la ilustración nos hacemos con un libro estupendo que recoge a un montón de artistas con los que compartimos ciudad. Y los que lamentamos no haber podido editar jamás algo como el New Yorker atisbamos cómo habría podido ser El Barcelonés de haber visto la luz alguna vez.
El único motivo para la melancolía que nos proporciona The Barcelonian es la evidencia de que en esta ciudad nunca hemos sido capaces de publicar una revista que la defina con la contundencia con que el New Yorker representa a la sociedad neoyorquina ilustrada. O sea, que bienvenidos sean los homenajes y la ironía, aunque nos remitan inevitablemente a esa sensación de quiero y no puedo con la que tan familiarizados estamos los barceloneses.