Habitualmente, en los artículos de opinión nos centramos en realidades muy ligadas a la gestión pública o al día a día de los partidos políticos. Pero si uno está atento, en Barcelona y en toda su área metropolitana puede encontrar expresiones populares con una fuerza y con un mensaje político impresionante.
Hoy quiero centrarme en una reivindicación ligada al arte. En este caso al mundo flamenco y rociero tan presente en nuestra tierra (y tan desconocido para muchos). Un movimiento cultural que va mucho más allá de los clichés habituales sobre el tejido andaluz de nuestras ciudades, que tiene un fuerte componente de comunidad bien entendido. De la de verdad. De la que les hace considerarse hermanos. Familia.
Un compromiso que les hace comprometerse con sus tradiciones y a la vez con el conjunto de la sociedad. Y esa es la parte más interesante.
Durante este mes de diciembre, mis amigos de la Unión Musical “La Flamenca” y de la Hermandad Rociera del “Pastorcillo Divino” han rodado de escenario en escenario con su ya tradicional zambomba solidaria poniendo en la mesa un debate interesantísimo. El debate sobre la situación del cáncer infantil en nuestro país. Y lo hacen de forma alegre. Amable. Con el corazón en la mano.
Del mismo modo que muchos desconocemos (o desconocíamos) la potencia del mundo rociero en las diferentes ciudades de nuestra provincia, probablemente muchos desconozcan todavía que el cáncer infantil está considerado una enfermedad “rara”. El motivo es sencillo. Cada año 1.500 niños sufren cáncer en España, así que al tener la enfermedad una incidencia de 4,5 casos por cada 100.000 niños sigue siendo una enfermedad considerada de ese modo.
Y esto tiene consecuencias. Las enfermedades raras cuentan con menos recursos para la investigación. Investigación por cierto necesaria puesto que se trata de una enfermedad diferente a la que sufren los adultos. Sin embargo, las partidas públicas para la investigación de esta enfermedad y las de la Asociación Española Contra el Cáncer son más que insuficientes. La mayor parte de partida económica que llega para investigar el cáncer infantil viene de asociaciones de padres y madres que han vivido en sus carnes el horror de ver a sus hijos o hijas afectados por la enfermedad.
Y ante esto hay dos formas de proceder. Implicándose o mirando hacia otro lado como hacemos habitualmente. Tratando de ayudar poniendo nuestro granito de arena o dejando a padres y madres solos frente a la enfermedad que por desgracia a sus hijos les ha tocado vivir.
Nuestros amigos rocieros decidieron implicarse. Y buscaron la manera de ayudar. En este caso lo han hecho como mejor saben hacer. Cantando. En este caso con una Zambomba solidaria que es la expresión del sentimiento y la tradición de la navidad andaluza a través de la música flamenca.
El espectáculo es de primer nivel. Llevan ya casi una década organizando esta zambomba que, año tras año consigue llenar auditorios y teatros de pueblos y ciudades como L'Hospitalet, La Llagosta, Vilanova i la Geltrú, Terrassa, Salou…y este año por fin también en Barcelona.
A lo largo de su andadura han conseguido miles de euros que han ido directamente al Hospital Sant Joan de Déu. El año pasado consiguieron recaudar casi 25.000 euros que fueron destinados a la construcción del nuevo edificio del Hospital Cancer Center de Sant Joan de Dèu. Y en el global desde el inicio de sus actuaciones llevan ya más de 100.000 euros entregados a la lucha contra el cáncer infantil.
Hablamos de decenas de hombres y mujeres comprometidos con una causa que sienten suya, y que se dedican en cuerpo y alma a conseguir recursos para facilitar la investigación de una enfermedad todavía considerada “rara”.
Pero lo más relevante es que han puesto sobre la mesa un problema que nos hace reflexionar a todos cuando salimos de la actuación. Quizá sin ser conscientes del todo han sido capaces de activar muchas conciencias que, tras hacer el donativo pertinente al comprar la entrada, salen completamente concienciados de que los padres y madres de los niños con cáncer necesitan más ayuda.
Y eso también es hacer política. Señalar problemas y reivindicar soluciones también es acción pública. Por el momento, año tras año, consiguen trasladar su mensaje cada día a más gente. Entre villancico y villancico resuena en las conciencias de todos una reivindicación. Los niños que sufren cáncer necesitan ayuda. Entre actuación y actuación decenas de hombres y mujeres, artistas como la copa de un pino, se dejan la voz en un canto que es también un canto a la esperanza. Porque la suma de muchas voces, la suma de muchas voluntades es lo que hace cambiar las cosas.
Gracias rocieros y flamencos por vuestro compromiso, por vuestra entrega y por vuestro arte. Navidad tras navidad, hacéis magia. Espero que el año próximo podáis venir a cantar a Barcelona a un escenario a la altura de lo que merecéis.