Ada Colau cuenta con más de doscientos asesores y cargos de confianza infiltrados en “su” Ayuntamiento, según las últimas estadísticas publicadas en Madrid. Las nóminas de este personal de la sucursal podemita en Barcelona cuesta casi once millones de euros anuales a los barceloneses, según la contabilidad desvelada en Madrid. Y en su campaña electoral contra Díaz Ayuso, la déspota de la plaza Sant Jaume calla, oculta y otorga. Con veinte asesores para ella solita, ninguno le hace ver que confrontándose con la presidenta madrileña perderá más que ganará en casi todos los frentes. Seleccionados a dedo por cumplir con las obligadas tres efes de fanáticos, fervientes y fundamentalistas, ignoran que la madrileña y su equipo no discutirán con comediantes charros y zafios. Porque en el Madrid que rinde culto a Quevedo tienen presente su consejo de que no hay que fiarse de las mujeres “pedigüeñas y carirredondas”. Ni el de Mark Twain que dice: “Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia”.
El desglose de lo que hasta ahora podría considerarse presunta malversación de caudales públicos para favorecer a un partido, amigos y familiares es el siguiente: Setenta asesores. Cuarenta gerentes de organismos autónomos y entidades públicas empresariales. Treintaidós gerentes y directores generales de empresas, consorcios, asociaciones y fundaciones. Treintaitrés consejeros de distritos. Ocho comisionados. Y un remedo de defensor del ciudadano. No han sido votados. No han opositado. No han sido examinados. Obedecer y cobrar es su misión. Además de colocar camaradas y contratar y subvencionar empresas amigas. Más de uno tiene asuntos pendientes con la Justicia y con los sindicatos. Y otros vulneran el llamado “código ético” de su organización, que escribe ética con hache sin acento y con k de 'okupa'.
Las empresas regadas por Colau ingresan millones de euros a través de diluvios de contratos en concepto de servicios, mantenimientos y otros inventos, actuando como subcontratas en centros cívicos, culturales, casales y guarderías. Otra se ha embolsado casi siete millones más por asesorar a jóvenes y adoctrinarles en ideas comuneras y podemitas como la violencia contra las mujeres, el orgullo gay o la discriminación sexual. Los temas de otras actividades los marcarán la dirección y la cúpula municipal. Todas ellas se suman a la intrincada red de chiringuitos colauistas como la Oficina de Innovación y Desarrollo Juvenil, los Centros de Información y Asesoramiento para Jóvenes, la Xarxa InfoJove, los Punts InfoJove o el Observatorio juvenil Prisma. La maraña se complementa con presencia en más de ochenta centros educativos con sus empleados y “educadores”.
El año 1767, el escritor satírico Maurice Joly redactó el tratado El arte de trepar. En él citaba muchas frases que consideraba falsas creencias. He aquí algunas de ellas: “Se cree que el mérito es el medio más seguro para ascender”. “Se cree que hace falta capacidad para ocupar cargos”. “Se cree que al mundo lo gobiernan las ideas”. “Se cree que existen teorías filosóficas o sociales nuevas”. “Se cree que los pueblos se corrigen”. “Se cree que los que piden reformas las desean”. “Preguntémonos qué sería del orden social si esas vulgaridades no estuvieran en circulación.” Quien desee preguntarse si tales frases guardan algún parecido con la actualidad, puede consultarlo con la corte de los millonetis de Colau.