Xavier Trias se ha hecho de rogar pero al final ha dado el sí quiero. Quería amarrar que su partido no se le metiera hasta la cocina y le dejara hacer en la lista y en los pactos. No erraba el viejo dirigente porque el día de su puesta de largo la comisaria política de Junts, Laura Borràs, se paseaba entre los comensales advirtiendo que allí estaba y que no le iba a dejar tranquilo.
Lo único cierto es que la llegada de Trias obliga a movimientos. De comunes, socialistas y republicanos, sin descartar a los populares. Un dirigente del PP me decía el otro día que Feijóo está presionando, y de qué manera, a Daniel Sirera para que opte a la alcaldía de Barcelona y deje la jefatura de gabinete de Carlos Mazón, el presidente del PP valenciano. Todavía la candidatura de Sirera no ha tomado forma pero ante las dificultades para encontrar un candidato, Feijóo no quiere inventar y apuesta por un hombre de la casa que en su día fue quemado, por la propia casa, en la hoguera. Venga Sirera o no, lo que está claro es que el PP puede ser árbitro en esta endiablada nueva situación.
Los comunes han recibido con alivio la candidatura de Trias. Y se han espabilado a plantear las elecciones entre Colau-Trias, aunque mienten como bellacos. Primero porque a Colau se la conoce y se sabe de lo que es capaz de hacer y, segundo, porque la tesis doctoral de Jordi Martí, el tránsfuga-estómago-agradecido, de que Trias solo quita votos a Maragall y Collboni es su sueño onírico, expresado por uno que perdió las primarias en el PSC y se arrojó en brazos de los comunes. De los cuatro grandes candidatos, los cuatro no quieren que repita Colau, porque la ciudad está harta. Jamás las encuestas señalaban que el 70% de los barceloneses quieren que se vaya.
En lo que sí está acertado Martí es que Trias toca de lleno a ERC. Y en los republicanos se agita el debate sobre quién debe acompañarlo en la lista porque hay que preparar el futuro. Las claves en el dos y el tres de la lista, aunque Maragall se resiste. Trias dice que, si pierde, se irá. Maragall se ha quedado tras no ocupar el sillón de alcalde y durante cuatro años se ha sentado a esperar. Cuatro años más se antojan demasiado porque la naturaleza humana es la naturaleza humana aquí y en la China comunista, citando a Carod Rovira.
Lo que tendría que ver el señor Martí es por qué Trias estuvo en un acto de Collboni, y porque el candidato socialista ha sido más que amable con el exalcalde. También estaría bien que hablara con el mundo empresarial, desde Foment a los diferentes gremios que presentan folios y folios de quejas contra Colau, porque este mundo, no menor, acaricia un acuerdo de ciudad para recuperar el orgullo y el sentimiento identitario barcelonés. No amarga en muchos sectores el dulce de un pacto sociovergente. Dice Colau que eso sería el pacto de la derecha. Le llevo la contraria, y no porque sea mujer y bi. Es el pacto de los que no quieren más decadencia ni más caos. Y si hablamos de ciudad de derechas y de izquierdas, tanto Trias como el PSC han primado medidas en vivienda mientras que Colau se ha limitado a meter gente en contenedores.
Llegó Trias y el patio se anima. Colau está perdiendo fuelle aunque se resista. Sabe que es el gran valor de los comunes, que en el mundo municipal pintan poco menos que un colín. Perdieron su poder municipal por no saber gestionar, y Colau perderá Barcelona por convertir a la capital catalana en una ciudad antipática, degradada y molesta. Dice Colau que ella ha construido una ciudad de izquierdas. De eso nada, señora alcaldesa, ser de izquierdas no es ser de los comunes. Empobrecer Barcelona no es hacer política de izquierdas. Y en esto llegó Trias. Si fuera un juego, Colau estaría tocada y hundida.