Si algo no se le puede negar a Ada Colau es su habilidad para suscitar cierta unanimidad entre la población votante de Barcelona, aunque sea en su contra, como se deduce del último barómetro municipal, en el que más del 50% de los barceloneses se muestran muy insatisfechos con su manera de hacer las cosas. Preocupan la suciedad, la inseguridad, el acceso (francamente difícil) a la vivienda y la política municipal en general, trufada de ideas de bombero supuestamente encaminadas a mejorar la convivencia y la salud del aire que respiramos, pero que en la práctica (escuchemos al arquitecto Acebillo) no solucionan nada, sino que más bien lo empeoran todo, como esas súper islas llamadas a crear zonas verdes y peatonales que acaban causando graves problemas de tráfico en las zonas adyacentes. Aunque desde Europa nos han picado la cresta (a barceloneses y madrileños) por nuestros niveles de dióxido de nitrógeno en la atmósfera, Ada y su aparato de agitación y propaganda (más modesto que el de la Generalitat, pero muy emprendedor) insisten en que en Barcelona se respira mejor que nunca gracias a ella y los suyos.
La principal conclusión que se extrae de este último barómetro municipal (que ni la autoridad del municipio ha sabido cómo cocinar a su favor) es que colectivos que se detestan mutuamente, como los constitucionalistas y los independentistas, se unen momentáneamente para mostrar su desagrado ante la actuación de los comunes, que siempre ha consistido en una mezcla de ignorancia, displicencia y petulancia frente al ciudadano, al que parecen estar empeñados en salvar de sí mismo (una larga tradición española en la que se insertan personajes tan siniestros como Franco y Pujol). Lo raro es que todavía haya un 35% de barceloneses que aprueban su gestión. En ellos debe confiar Ada para hacerse con un tercer mandato, dado que, si pierde las próximas elecciones municipales, nadie sabe muy bien qué va a ser de ella políticamente hablando. Si se queda sin su sillón, solo hay una cosa que sabemos con seguridad que no hará: irse a casa. Recordemos que estamos ante alguien que, hace años, aseguraba carecer de ambición política y que tras su paso por la PAH se retiraría de la vida pública. O ante alguien que se ha saltado las normas internas de su partido para presentarse por tercera vez a unas elecciones. Si se queda sin la alcaldía de su ciudad, solo puede optar a un cargo español o europeo, pero por ahí tampoco tiene las cosas muy fáciles.
Ada no dispone de la suerte de Pedro Sánchez, que ha alcanzado, no sabemos cómo, la presidencia de la Internacional Socialista. Si las generales las gana el PP, nuestra alcaldesa ya puede olvidarse de hacer carrera en Madrid. Y no veo que, por el momento, Yolanda Díaz tenga muchas ganas de incluirla en su proyecto Sumar, pese al tono de coleguitas que Ada se ha empeñado en adoptar cada vez que se la cruza y se hace fotos abrazada a ella. En cuanto a cargos que necesiten determinados conocimientos, cargos de carácter técnico, españoles o europeos, también se puede olvidar de ellos, pues no concluyó sus estudios universitarios y no se le ha visto destacar en nada que no sea la agitación social, el populismo y la demagogia.
Si pierde las elecciones, podemos estar seguros de que Ada lo achacará a su condición de mujer pobre y bisexual, víctima de los poderosos, los reaccionarios y el hetero patriarcado. Menos reconocer lo mal que han hecho las cosas los comunes y pedir disculpas por el tono arrogante y perdonavidas con que nos han tratado a los barceloneses durante ocho largos años, cualquier cosa. Su único mérito, insisto, es unir en su contra a miles de personas que piensan de manera distinta y solo tienen en común el deseo de librarse de ella y de su siniestra cuadrilla de sobraos. Puede que sus adversarios no sean gran cosa: dos abueletes independentistas (cada uno a su manera), un sociata que, a causa de su complicidad con Ada, nadie sabe muy bien quién es y qué pretende y para de contar, ya que, a los candidatos del PP, Vox, Ciutadans, la CUP y Valents nadie va a hacer mucho caso …Pero todos esos partidos, y sus seguidores, se presentan momentáneamente unidos por sus ganas de perder de vista a Ada y su cuadrilla. No es del todo descartable que esos partidos estén llenos de reaccionarios que no soportan a las alcaldesas bisexuales, pero dudo que ese colectivo sea el principal opositor a las cosas de los comunes. Los indepes odian a Ada porque no es lo suficientemente indepe, aunque se pase la vida tratando inútilmente de agradarles. Los constitucionalistas de izquierdas y lo que queda de los social demócratas (yo y cuatro más) consideramos que lo suyo no es izquierda ni es nada, solo un remedo a lo Podemos. Y aunque haya un 35% de personas a favor de su gestión, yo no me he cruzado con ninguna (deben ser como los coches Tesla, que te consta que existen, pero no sabes de nadie que tenga uno). Eso sí, reconozco que me pica la curiosidad ver qué se sacará Ada de la manga para seguir en el candelero si la desalojan del ayuntamiento. Menos irse a casa, cualquier cosa, eso seguro.