La decisión de Jaume Collboni de abandonar el Ayuntamiento de Barcelona no ha sido muy bien encajada ni por sus socios de gobierno ni por la oposición. Ada Colau dice que Collboni se ha puesto nervioso ante la preparación de su campaña, y su fiel Jordi Martí ha puesto verde al candidato del PSC a la alcaldía de Barcelona en TV3, donde pillé al ilustre ex sociata, reciclado en hombre de confianza de Colau por su profundo conocimiento de la estructura municipal, acusando al cesante de incoherencia. Algo parecido han dicho los de la delegación catalana de Podemos. Los provectos Trias y Maragall no me consta que hayan dicho esta boca es mía, pero es probable que ya lo hayan hecho cuando se publiquen estas líneas. En resumen, a nadie le parece bien que Collboni se largue del Ayuntamiento para intentar regresar a él como alcalde en las elecciones del próximo mes de mayo. Y mira que la espantada ha sido relativa, ya que se quedan en el consistorio Laia Bonet y el resto de sus compañeros socialistas, en una acción que me recuerda un poco a la peculiar performance de ERC cuando la cumbre hispano-francesa de la semana pasada, que consistió en repartirse los papeles entre los mandamases y enviar a Aragonès al paripé franco-español mientras el beato Junqueras se manifestaba en la calle contra el encuentro de los presidentes de los dos países que le oprimen. Ya puestos, el desafío de Collboni podría haber sido más completo si el PSC en pleno decidía dejar solos a los comunes, de los que han ejercido hasta ahora un poco como comparsas, ¿para qué negarlo?, aunque haya corrido la voz sobre las continuas discrepancias entre ambos partidos.
A los que no les parece bien que Collboni se dé el piro, yo les preguntaría: ¿Y qué quieren que haga el hombre para demostrar que deja de colaborar con Colau y que tiene vida propia? A fin de cuentas, el principal problema del señor Collboni consiste en que nadie sabe muy bien quién es ni qué pretende para su ciudad. Muchos lo consideran un colaboracionista de los comunes que no ha podido, o querido, ofrecer la resistencia supuestamente sensata que se le suponía al PSC a las iniciativas, a menudo erráticas y casi siempre sobradas y displicentes, de Ada y su pandilla (parece que, pase lo que pase, nos libramos de Eloi Badia, algo es algo). Si quiere que alguien le vote porque lo considera un ente autónomo, Collboni necesita apartarse todo lo posible de los comunes y dejar de ser quien ha sido durante los años en los que ha colaborado con ellos. Si los votantes lo ven como un simple apósito de Ada Colau, sus posibilidades de convertirse en el nuevo alcalde de Barcelona serán prácticamente nulas. Ya fue basureado hace unos días por Trias y Colau, que se reunieron a almorzar para intentar demostrar que son los únicos candidatos dignos de tal nombre. Y si echamos la vista atrás, recordaremos el momento en que Colau echó del Ayuntamiento a los socialistas por apoyar, según ella, que siempre quiere quedar bien con los lazis, aunque estos la traten a patadas, la aplicación del 155 cuando la charlotada de octubre del 2017. Volver al consistorio después de la expulsión no fue, tal vez, la mejor de las decisiones, pero mucha gente debió pensar que el PSC le pararía los pies a Colau en algunos de sus delirios, lo que ha resultado ser una verdad a medias y a veces ni eso. Lamentablemente para Collboni, está marcado como el socio privilegiado de una administración que ha sacado de quicio a un buen número de sus, teóricamente, administrados.
Así pues, ¿qué querían que hiciera Collboni en vez de salirse del Ayuntamiento? ¿Seguir ahí hasta las elecciones? ¿Hacer campaña desde dentro? Sus esperanzas deben estar basadas en mejorar la percepción que tiene de él el votante y, si me apuran, darse a conocer entre los que todavía no saben muy bien quién es ni qué pretende. Collboni necesitaba emanciparse, sacudirse de la chaqueta la caspa de los comunes y presentarse, al igual que Trias, como el candidato de la ley, el orden, el progreso y el tono business friendly. Y, a diferencia de Trias, las siglas de su partido todavía le sirven de algo, mientras que el provecto doctor pasa de ellas como de la peste y plantea su campaña desde un punto de vista estrictamente personal (no deben andar muy sobrados de banquillo en Junts x Puchi cuando tienen que recurrir a un convergente de la vieja escuela que no parece tener la independencia del terruño como un tema prioritario de su posible gobernanza).
Lo que yo me pregunto no es por qué se va ahora Collboni del Ayuntamiento, sino por qué no lo ha hecho antes, y llevándose consigo a todos sus secuaces, dejando a Ada sola ante el peligro (de perder el sillón). Jaume Collboni va a tener que emplearse a fondo para conseguir que la gente le conozca y encuentre sus propuestas lo suficientemente razonables como para votarle. Sin la tutela de Colau, el hombre puede ser finalmente él mismo. O, mejor dicho, aspirar a que se le considere un candidato con cara y ojos y no el comparsa de los comunes, papel que ha interpretado hasta ahora, aunque haya sido con frecuencia a regañadientes. Tiene cuatro meses por delante para hacerlo. ¿Y hubiese podido hacerlo desde su despacho municipal? Tal vez sí, potenciando el mal rollo con su socia de gobierno, pero creo que es más razonable largarse dando un portazo para planificar el asalto al Ayuntamiento desde fuera que quedarse dentro, intercambiando zancadillas y patadas en la espinilla con su hasta ahora jefa. Pasar de socio a adversario de la noche a la mañana puede resultar algo extraño, pero el mundo de la política está lleno de situaciones como ésta y no hay que darles demasiada importancia.