Como la campaña electoral en Barcelona será a cara de perro, vale la pena reflexionar, comentar y debatir sobre perros y perras. Viene a cuento porque se ha inaugurado el primer restaurante con menús para perros que son “para chuparse las patas”, según sus promotores. Aunque está en Castelldefels, cuentan que su negocio es propio de la “condición cosmopolita, vanguardista y moderna de Barcelona”, que es una de las ciudades pioneras en este tipo de restaurantes. Citan como caso único Berlín y lo llaman filosofía dog friendly, que consiste en compartir mesa con las mascotas.
“Un perro orina de 20 a 40ml/día por kg de peso. Hagan números y verán que ese acto de diluirla no hace más que esparcirla y dejar las aceras hechas un asco”, escribe Sebastián Coll Collell en una carta a La Vanguardia. Explica que la presunta buena obra de limpiar el orín con una botellita de agua no es tal, ya que quedan manchas negras que el servicio municipal no limpia con sus hidrolimpiadoras, que sólo mojan superficialmente. Visto así, es una suerte para Barcelona que el restaurante canino se haya instalado en Castelldefels y no en cualquier barrio sucio de la ciudad.
Afirman los autores de la cocina de vanguardia perruna que el sueño de muchos propietarios de perros es que “su mejor amigo peludo” pueda compartir mesa y mantel con ellos y disfrutar de arroces y productos de proximidad mientras sus mascotas engullen un menú de tres platos y postre de helado, plátano, mango y yogur. Y se amparan en la necesidad de adaptarse a una sociedad más moderna y comprometida con los animales. En esta tendencia, la protección jurídica que entró en vigor el año pasado considera a los animales de compañía “seres vivos dotados de sensibilidad” y los califica “miembros de la familia”.
Daniel Arasa, maestro de periodistas y fundador de organizaciones familiares y humanitarias, ha recordado por escrito que aunque los animales domésticos se hayan convertido en parte integral de la familia no los eleva a categoría de personas. Y que la sociedad postmoderna ha enloquecido al pasar de proteger a los animales a humanizarlos, ya que los perros son irracionales, por eso no tienen deberes y la responsabilidad de sus actos es de sus dueños. Sostiene que tras este asunto hay un gran negocio de veterinarios, alimentos, ropas y complementos para mascotas, peluquerías caninas y etcétera. Le inspiró tales consideraciones ver a una señora que paseaba a su perro por la calle y le dijo: “ven con mamá”, lo cual indica un desorden en los afectos y muchas carencias afectivas en una sociedad que a menudo trata mejor a los perros que las personas. Como dato final y demoledor, Arasa aporta que en Cataluña, hay más perros que niños menores de quince años y concluye: “una sociedad donde sucede esto no tiene futuro”.
Los partidos buscarán ahora votos de quienes viven con y de los animales y protectoras subvencionadas. Algunos candidatos lo harán a cara de perro, que según la RAE significa: “semblante expresivo de hostilidad o de reprobación”. El Instituto Cervantes añade: “luchar o defender algo dura y crudamente, sin concesiones”, y un sinónimo es “cara de malas pulgas”. Como una imagen vale más que mil palabras, basta con observar el rostro desencajado de ira y rabia, los ojos desorbitados y la gesticulación descoyuntada de una concejala de Barcelona. Se sitúa detrás de Colau en los mítines y cuando oye la voz de su ama recuerda a la niña de la película El exorcista.