Ante las últimas declaraciones de mi querida alcaldesa sobre la independencia del terruño, en las que dice que ahora votaría no en un supuesto referéndum de auto-determinación, me ha venido a la cabeza una frase obligada en la época de mi primera comunión: “Renuncio a Satanás, a sus pompas y a sus glorias”. Todos los niños la repetíamos sin saber muy bien qué estábamos diciendo, pues lo de las pompas nos sonaba a una prerrogativa del jabón. Ignoro los motivos para estas declaraciones tan claras y desprovistas de segundas intenciones, pero supongo que se deben a algún cálculo político. Es posible que, en previsión de que no gane las elecciones de mayo, intente sacar algo del Sumar de Yolanda Díaz y crea que una actitud firme frente a los 'indepes' le sirva de algo para extender sus tentáculos solidarios y sostenibles por todo el territorio nacional (o estatal, que dirían los lazis), pero no estoy del todo seguro: a fin de cuentas, ¿no ha sido la señora Díaz quien ha dicho, para chinchar al ministro Bolaños, que el prusés se acabará cuando así lo decidan los catalanes?

Por otra parte, ¿quién nos asegura que esta nueva toma de posición sobre el temita es la definitiva? Tengamos en cuenta que mientras Ada renunciaba a Satanás, a sus pompas y a sus glorias, le daba plantón a Felipe VI en la inauguración del ISE (Integrated Systems Europe), evento tecnológico celebrado en nuestra querida ciudad (eso sí: luego se sumó al recorrido real por la feria, como en otros plantones a su majestad, en los que no se la ha visto a la hora de recibirle, pero sí luego a la hora de papear). La relación de la señora Colau con el independentismo siempre ha sido, cuanto menos, ambigua. Y en caso de duda, siempre se las ha apañado para quedar bien con los lazis, aunque no haya recibido de éstos más que desplantes, mocos y groserías varias. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué no ha practicado con más entusiasmo un izquierdismo cosmopolita e internacionalista que nos la hubiera hecho más simpática a quienes no la soportamos por motivos diferentes a los del procesismo? Ni idea, pero estoy seguro de que todo ha obedecido a una auto defensa basada en el medro, la misma que ahora la ha llevado a decir que lo del referéndum no va con ella.

El problema de tales declaraciones es que no sé hasta qué punto podemos darlas por buenas, permanentes y clarificadoras. No hay que olvidar que, cuando el primer conato de referéndum, el del Astut Más, Ada dijo que no era independentista, pero que votó sí en la supuesta consulta, logrando que muchos pusiéramos en duda su sentido de la coherencia. También colgó lazos amarillos en el ayuntamiento. Y visitó a los presidiarios del prusés en una clara muestra de sobreactuación (añadiendo que la libertad de los enchironados era una de sus prioridades políticas). Y expulsó del consistorio a los sociatas de Jaume Collboni porque, según ella, se habían mostrado a favor de la aplicación del 155 (aunque todo el mundo sabe que los socialistas nunca acaban de estar del todo a favor o en contra de los asuntos supuestamente patrióticos). Cada vez que había que elegir un bando, Ada acababa respaldando, de una u otra manera, al lazismo. Y ahora que se manifiesta en contra nos pilla como al que escuchaba la falsa advertencia “¡Que viene el lobo!” y ya no se la creía por repetida. ¿Es realmente definitiva la última toma de posición de nuestra aún alcaldesa sobre el temita? Lo ignoro, pero intuyo que algo debe tener que ver con las elecciones de mayo y sus posibilidades de ganarlas: bajo su apariencia de activista, Ada es –o se ha convertido en- una política más del panorama catalán, lo que la lleva a actuar como un político más, buscando siempre lo que más pueda convenirle.

Caso de ser sincera, le doy la bienvenida a una trinchera en la que, como izquierdista convencida, debería haber estado desde un buen principio. Por otra parte, tonta no es, así que cabe preguntarse por qué precisamente ahora, cuando el procesismo está de capa caída, aprovecha para darle modestamente la puntilla. Llevamos un montón de años haciendo una cosa y la contraria, dando semi plantones al rey, esquivando siempre una definición política y social clara y cristalina. ¿Habrá algo que no acertamos a intuir en su última postura ante el lazismo? Me temo que sí, aunque que me aspen si sé en qué consiste, a no ser que alguna encuesta que desconocemos haya arrojado un resultado escasamente pro independentista entre su electorado potencial. Ada llegó a la política para quedarse. Lo de la PAH y el look de abeja Maya funcionó durante un tiempo, pero ahora lo social ha cedido su lugar a lo político en su perspectiva de las cosas. Ada es ya una profesional de la política y no parece dispuesta a abandonarla, aunque pierda las elecciones municipales. Tenemos Ada para rato y a lo máximo que podemos aspirar es a perderla de vista en Barcelona. Lo que no es poco.