En la provincia de Barcelona hay 2.435.000 automóviles matriculados, más de 800.000 motocicletas y ciclomotores, casi 460.000 camiones y furgonetas y 128.000 vehículos más a motor que recorren cerca de 10.400 millones de kilómetros al año por 3.930 km de vías interurbanas, entre las que destacar 91 km de autopistas de peaje, todas de la Generalitat de Catalunya, y 615 km de autopistas y autovías libres de peaje, sin contar con la movilidad urbana.

Casi todos estos vehículos se mueven propulsados por motores térmicos que se alimentan de derivados del petróleo. En términos globales, más del 40% de las emisiones causantes del efecto invernadero son debidas a estos motores, que son también la principal causa de esa "boina" de contaminación que tantas veces adorna nuestra estimada Barcelona.

Una de las razones para promover la adopción del vehículo eléctrico es que no contamina… No contaminará el vehículo allá por donde circule, pero sí la generación eléctrica allá donde esté, claro está. Si la electricidad es de origen nuclear o renovable, reducirá significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero, pero todavía dependemos en parte del gas y del petróleo para generarla.

El vehículo eléctrico no es la panacea, ni mucho menos. Su principal problema es el cuello de botella de la producción de baterías. La demanda de litio se ha disparado y en unos diez años podría haber una gran escasez de este mineral, dicen algunos expertos. Por otro lado, un kilogramo de combustible es capaz de almacenar mucha más energía que un kilogramo de batería convencional. La autonomía de los vehículos eléctricos es todavía insuficiente. Hay pocos puntos de recarga. También está el precio: hoy, el automóvil eléctrico no está al alcance de todos los públicos. Un coche pequeño eléctrico cuesta el doble que su equivalente de gasolina y apenas tiene autonomía. Si uno paga más de 50.000 euros por un coche, entonces la diferencia de precio entre uno de gasolina y uno eléctrico será mucho menor. Pero yo no puedo permitirme un coche de 50.000 euros.

Esto me lleva a la discriminación de vehículos en las zonas de bajas emisiones. Un automóvil pequeño de gasolina emite menos dióxido de carbono que uno de esos mastodontes híbridos o híbridos enchufables de cinco metros de largo. Pero esos coches innecesariamente grandes tienen una mejor consideración ecológica, mira por dónde.

Barcelona es una de las tres provincias españolas con más vehículos híbridos, híbridos enchufables o eléctricos sobre el total, con casi un 14%. Hablamos de más de 60.000 vehículos en toda la provincia, aunque eléctricos, puramente eléctricos, serán muchos menos. El Ayuntamiento de Barcelona tiene un plan de electrificación del parque móvil de Barcelona con metas ambiciosas: el 80% de la flota municipal eléctrica, más 100 autobuses y 800 taxis; y en la ciudad, por lo menos 24.000 turismos y 24.000 motocicletas eléctricas. Todo para 2024, a elecciones pasadas.

Pero el punto débil del plan es el de los enchufes. Porque, a ver, enchufados en el Ayuntamiento hay más de uno, pero enchufes para mi futuro cochecito eléctrico, pocos, y que funcionen, menos. Es que estamos empezando. Piensen que necesitaríamos doblar la producción eléctrica y las redes de transporte y distribución para que el actual parque móvil pudiera ser completamente eléctrico. Doblar, multiplicar por dos. Estamos todavía muy lejos de eso.

Ahora mismo, hay 665 enchufes para su cochecito eléctrico por la ciudad. Su uso se ha incrementado un 50% en un año, especialmente en los aparcamientos públicos. El Ayuntamiento dice que destinará 12 millones de euros para que en 2024 sean 1.000 enchufes y espera haber tendido los cables para que puedan instalarse 2.300 más. Mil puntos de recarga para... ¿Cuántos vehículos?

Porque el último año ha visto la mayor cifra de inquilinos que abandonan su piso de alquiler para buscarse otro. Han subido los precios de tal manera que los habitantes abandonan la ciudad y cada vez van más lejos para poder pagarse un techo. Eso provoca, necesariamente, una mayor demanda de movilidad. Pero no veo yo que nadie piense en estas cosas cuando diseña la ciudad del futuro. Que no es la ciudad, es la metrópolis, es un área geográfica que no es pequeña y que, ahora mismo, sufre la falta del transporte público necesario. El automóvil eléctrico es un parche que sólo se pueden permitir ahora los catalanes adinerados.