Faltan 50 días para la convocatoria, no para la celebración, de las elecciones municipales. Medio centenar en los que cada día tendrá su afán y de jornadas en las que empezarán a disiparse las sombras que aún pesan sobre las estrategias de los partidos y la de los nombres de los próximos concejales electos que podrían serlo en las distintas candidaturas.
Xavier Trias deberá convencer a los barceloneses que su epicentro es Barcelona, y no el procés, y que verdaderamente quiere ser alcalde. Hasta ahora la convicción al respecto es sombría mientras no rechace nítidamente la vía independentista y los dictados del partido de Puigdemont y de Laura Borrás sigan presentes en su precampaña. El candidato Trias deberá hacer olvidar que Ada Colau fue alcaldesa en el 2015 en gran parte precisamente porque él renunció a luchar por la alcaldía tras celebrarse los comicios de aquel año. En el 2019 Ada Colau repitió como alcaldesa porque no hizo “un Trias”, es decir, ella retrocedió en concejales y no fue lista más votada, pero quiso ser la primera edil y lo consiguió.
Jaume Collboni deberá dejar atrás la alargada sombra de haber sido la mano derecha de la izquierda extrema de Ada Colau en el gobierno municipal y de que es posible una alternativa a la alcaldesa a la que su partido ha apuntalado en sus nefastas políticas en los últimos años. La incorporación de Lluís Rabell, destacado dirigente vecinal, a la candidatura del PSC incorpora sombras a una posible reedición barcelonesa de la sociovergencia a la par que nos recuerda que se debe aportar luz a la hemeroteca. Recordando, por ejemplo, que cuando Rabell fue candidato de Catalunya Sí que Es Pot a la Generalitat en el año 2016, los adláteres de Ada Colau más significados, los concejales Gerardo Pisarello, Jaume Asens, Eloi Badía o Gala Pin, lejos de un lógico apoyo al expresidente de la FAVB optaron por respaldar a la CUP. Rabell puede ser una buena pieza para desmontar de izquierda a izquierda el mentiroso discurso de la Barcelona de los barrios de los comunes ya que con Ada Colau se han mantenido los mismos desequilibrios o las brechas de una mayor desigualdad entre ellos y con los vecinos se han agudizado.
ERC aparece descolocada en esta recta final ante la irrupción de Trias, los pactos republicanos con los comunes y el PSC en Catalunya con un cambio de cromos barcelonés. A ello añadir que en el ámbito municipal han hecho lo que parecía imposible: no ser gobierno ni ejercer de oposición al respaldar en casi todo a Ada Colau.
El Partido Popular tiene la gran oportunidad de hacer valer que ha sido el único partido que ha plantado cara al modelo sectario y perjudicial de ciudad de Ada Colau desde el año 2015. Ni Collboni ni Trias pueden decir lo mismo, por una razón u otra, por compartir gobierno uno y el otro por sus complejos. PSC y Junts en distintos momentos, intensidades o sentidos de voto, han respaldado en demasiadas ocasiones las restricciones económicas y de movilidad promovidas por los comunes. Su candidato Daniel Sirera debe ponerlo en valor y apostar por una propuesta de gobierno, social y barcelonesa para avalar una eficaz gestión de futuro de Barcelona y que una gestión municipal, además de administrar bien la ciudad, es defender un modelo ideológico nítido de sociedad.
En Ada Colau pocas sombras quedan por ver la luz. Es conocida y padecida por los barceloneses lo sombrío de su gestión y es sabido que en las próximas semanas buscará el escenario electoral que le conviene. Pretenderá hacernos creer que Barcelona es cosa de dos cuando es plural, ejercerá como siempre de activista que no de alcaldesa, y buscará como nunca la confrontación para diluir su controvertida gobernación. De hecho, ella nunca ha dejado de ser candidata porque su gesticulación permanente siempre ha perseguido ensombrecer los más que evidentes puntos negros de su balance político.
A los barceloneses nos corresponde exigir a los candidatos que se presenten al natural, sin maquillajes, léase engaños o medias verdades. Reclamar que sus ofertas electorales no oculten las sombras de sus contradicciones en su pasado y ante el futuro. Hasta que las urnas aporten su democrática luz, proyectemos sobre los candidatos los interrogantes obvios para que respondan con claridad y sin sombras nuestras dudas antes de decidir a quién votar.