Ada Colau y la ministra podemita Ione Belarra han subvencionado con otro casi medio millón de euros a la asociación que acusa al policía infiltrado con el que se acostaron una decena de activistas. Pero si de infiltraciones se trata, Colau y Belarra son dos ejemplos de mujeres antisistema infiltradas en el sistema para socavarlo desde dentro y vivir como reinas a su costa. Ocurre que el chiringo Irídia, que acosa al agente de la autoridad por cumplir con su deber, vive a costa de las subvenciones del Ayuntamiento de Barcelona y el Ministerio de Derechos Sociales, entre otros mecenas de la misma cuerda. Presuntamente dedicada a la defensa de los derechos humanos, Irídia defendió al asesino chileno Rodrigo Lanza, que dejó tetrapléjico a un policía local en Barcelona y mató a un hombre en Zaragoza porque llevaba tirantes rojigualdos. Su madre, Mariana Huidobro, es una de las fundadoras de Irídia.
INFILTRADOS EN EL SISTEMA
Este cubil de activistas infiltradas también ha denunciado a 45 policías por los hechos del 1-O y ejerce como acusación privada. De la estrategia legal de Irídia se ocupa Jaume Asens, oscuro abogado antisistema infiltrado en el sistema que ha llegado a presidente y portavoz de Podemos en el Parlamento. Un éxito como letrado fue aconsejar el forajido de Waterloo que huyese de la Justicia. A costa del Parlamento vive también el exconcejal de Barcelona, argentino y antisistema Gerardo Pisarello, que arrancó una bandera española en el balcón del Ayuntamiento. Su cómplice, la concejala antisistema, Gala Pin, era la topo que chivaba los operativos de la Guardia Urbana para erradicar a los manteros. Y la que señalaba a los agentes para filmaciones y documentales anti-policiales. Otras infiltradas en el sistema son las concejalas Janet Sanz, encargada de acabar con la industria del automóvil, y Laura Pérez jefa de asuntos elegetebeiacruzdemáscu. Otro caso es el del ultraderechista y presunto terrorista ruso Stanislav Shevcuk, contratado por el Ayuntamiento de Barcelona. Y otro ejemplo fue la falsa exiliada Anna Gabriel y lo que le pasó con el CNI.
Las feministas que practicaron sexo consentido reiteradamente con el agente al que ahora acusan de torturarlas y “sentirse violadas” son de aquellas arrogantes e ignorantes que no saben que en sus clubs revolucionarios hay también mujeres policías infiltradas que son feministas de las que cumplen y hacen cumplir la ley. Y también hay muchos y muchas confidentes. La cumbre de todas y todos fue en el happening de la plaza Catalunya aquel 15-M y en los cortes de la Meridiana, donde participaban el burlador de amantes antisistema, infiltrados y confidentes con aspecto de yayoflautas. Poco antes de disolverse tras hacer perder millones de euros a Barcelona, en aquella tropa ya nadie se fiaba de nadie. Y con lo que ha pasado ahora, muchas activistas actúan como aquella canción que se mofaba de “Mao, Mao y sus guardias rojos que me miran de reojo, Mao, Mao”. A todas las afectadas por el funcionario machote y por la “soberbia infantil” diagnosticada por Manuela Carmena, les convendría leer buenas obras como Las preciosas ridículas, de Molière; La dama boba, de Lope de Vega o El sí de las niñas, de Fernández Moratín. A ver si así espabilan y vigilan con quién andan y con quién se ponen a gusto. Si no, siempre les quedará el programa televisivo First Dates para encontrar su pareja ideal sin placa ni pistola.