Es un hecho que una ciudad limpia es la mejor tarjeta de presentación que puede llegar a tener un municipio, pues o bien Barcelona necesita un cambio y una nueva tarjeta de presentación que describa el abandono de muchas de sus calles, o se tiene que actuar urgentemente para poder recuperar una imagen, de una ciudad que nunca se tuvo que haber perdido. Hipócrates, en su día, ya nos alertaba de que la limpieza podía evitar infecciones. Pero no tan solo esto, esta sensación de abandono y suciedad, también provoca mayor inseguridad en nuestras calles. Las calles sucias, con contenedores en muchas ocasiones a rebosar, sin un riguroso mantenimiento, convierten nuestros espacios públicos en lugares donde nos podemos encontrar indefensos frente a cualquier agresión por parte de aquellos que son ajenos a la ley. La falta de limpieza se percibe como una falta de interés, en la que se tolera el desorden, y esto provoca todo tipo de conflictos.
Una reciente encuesta efectuada a cerca de 20.000 participantes bajo el título Paraula de Barcelona determinaba que la seguridad, la limpieza y la vivienda, eran los grandes problemas que tenía el ciudadano. De los cuales un 84% opinaba que la ciudad está sucia. Una problemática que hace un año estaba en el cuarto lugar de la preocupación de los barceloneses, y que en la actualidad está en la segunda posición en cuanto a inquietud ciudadana. Ni qué decir tiene que la turbación del ciudadano por este tema va en aumento, mientras que, sorprendentemente, desde el consistorio, dicen mantener una satisfacción moderada respecto al tema. O la falta de limpieza no se ve, o no se quiere ver. Motivo por el cual seguimos cada vez peor.
A pesar de ello, existen ciudades que la limpieza se la han tomado en serio, como es el caso de Calgary en Canadá. Ciudad en la que simplemente tirar una colilla o un chicle al suelo, puede resultar bastante caro. Singapur es otro ejemplo de que la rigurosidad en el empleo de la limpieza, ha derivado en ser una ciudad admirable por el estado de sus calles. Barcelona tendría que tener la prioridad de mantener la ciudad limpia, evitando esta situación de abandono que los ciudadanos en su mayoría detecta, y que no representa aquello que los que viven en Barcelona esperan de ella.
En este aspecto, no sabría cómo interpretarlo, me refiero a algunos de los nuevos contenedores con sus pictogramas y textos. Uno se pregunta cuando ve por la calle a ciertos contenedores con una señalética que describe: Ceràmica Trencada, Bolquers, Restes d’escombrar o Paraigües trencats, si existen tantos paraguas rotos para tirar, o bien si los platos de cerámica tienen que efectivamente estar rotos para poderlos depositar al contendedor, y si solo están descascarillados? La verdad, el tema de los residuos es lo bastante serio para permitirse este tipo de licencias. Posiblemente, tendría que existir otro tipo de textos que identificara el contenedor de forma algo más rigurosa, y que no se prestase a interpretaciones de tebeo. Un flaco favor a una ciudad que siempre se ha caracterizado por su diseño.