La alcaldesa de Barcelona ha pasado de odiar a abrazar al Mobile World Congress (MWC) en apenas ocho años, lo que vienen a ser dos mandatos electorales. Ese cambio de actitud es aparente más que real. Ada Colau y su partido, Barcelona en Comú, nunca han dejado de contemplar la feria más importante que se celebra en la ciudad, y en España, como un mero instrumento electoral.

Si en febrero de 2015 la aspirante a la alcaldía puso en cuestión el certamen por insostenible y reclamó una auditoría, una prueba coherente en aquel momento con las falsas informaciones sobre cuentas suizas del alcalde, Xavier Trias, no era por un convencimiento auténtico de la inconveniencia del MWC o por dudas sobre la honestidad del político convergente, solo eran lances electorales. Negocios.

La prueba está en que, tras ganar los comicios y antes de tomar posesión, bendijo la ampliación del contrato del congreso con Fira de Barcelona. Gerardo Pisarello, su segundo por entonces, se desmarcó del cambio de postura enviando el mensaje de que la alcaldesa hacía un ejercicio de realismo, pero que el partido seguía siendo crítico y cuestionaba, por ejemplo, el despliegue de la tecnología 5G.

De hecho, el consistorio barcelonés mantiene esa vena rebelde subvencionando con grandes cantidades un salón alternativo y paralelo al MWC, el Mobile Social Congress (MSC) que aborda el fenómeno y la industria de la telefonía móvil con una perspectiva más popular, menos capitalista.

Desde 2015 Colau ha ido dando la vuelta al calcetín de su resistencia antiempresa frente al certamen colocándose siempre a favor del viento electoral. Se resiste como buena republicana a participar en el saludo protocolario al Rey, el besamanos, pero no se pierde el banquete inaugural. En la edición del 2021 –tras el apagón del año anterior por el coronavirus-- dedicó su intervención en la cena a rendir pleitesía a los visitantes. Y este año –otra vez electoral-- ha preferido amenizar el aperitivo de los invitados con una diatriba contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a propósito de la ley de la vivienda y del control de los alquileres.

Si tenemos en cuenta que Colau está hermanada con Podemos, que gobierna España con el PSOE, y que ella gobierna Barcelona con el PSC, el partido hermano del PSOE, podríamos llegar a la conclusión de que una cena de gala no es el mejor escenario para negociar una ley.

Y seguro que también estaríamos de acuerdo en que la principal feria mundial de la poderosa telefonía móvil, a la que asisten unas 80.000 personas de unas 2.000 empresas de los cinco continentes, no se merece un trato tan utilitarista como el que le da nuestra alcaldesa.