Muchos medios de comunicación hacen la media de las encuestas para enseñarnos cuáles son las previsiones electorales. El estado de la cosa demoscópico está reñido con un 30% todavía de indecisos. Por este motivo, y no otro, los movimientos y golpes de efecto son importantes para situarse en la 'pole position' y arrastrar votantes. Los candidatos están a ello. Por un lado, insuflando moral a los suyos para movilizarlos y, por otro, agitar las turbulentas aguas de los indecisos para arrimar el ascua a su sardina. Porque los datos se mueven también por ilusiones, por percepciones.
Ada Colau. La alcaldesa tiene movilizado a su electorado y hace movimientos para consolidarlo. Siempre fuera de la política municipal porque trata de apropiarse de un electorado ideologizado que recala en la abstención o en otras formaciones políticas como ERC y los Comunes. Parece que del PSC se lo llevó todo y ahora toca no perderlo. El toque de atención a Sánchez hay que entenderlo en este sentido, al igual que la ruptura de relaciones con Israel. La alcaldesa también ha aumentado su exposición para mejorar su imagen pública y su gestión, ampliamente rechazado por un 70% de los barceloneses. Pierde fuelle, pero está en el partido y como castigo la tenemos hasta en la sopa.
Xavier Trías. Está encantado de conocerse y su presencia ha revolucionado el segmento electoral nacionalista. Trías se ha llevado parte del botín de ERC e incluso un 15% del electorado socialista. También pesca en el PP por aquello del voto útil para echar a Colau. Sin embargo, los efectos gaseosa tienen duración tasada. No son eternos y Trías no parece apercibirse. Va lanzado en la campaña, como si no hubiera un mañana, poniendo una tómbola en marcha proponiendo de todo. Quizás porque sabe que él no tendrá un mañana, va sobrado y quemando etapas, pero no por mucho madrugar no amanece más temprano. La campaña se le puede atragantar porque llegará desfondado y la gaseosa se puede disipar en los electorados frontera de derecha e izquierda, aunque a ERC le ha dado un bocado digno del perro de Baskerville. Un bocado que también dirige a sus enemigos íntimos, a los que no deja que se le acerquen, ni él se acerca. El problema de Trías es que es candidato de un partido independentista con posiciones maximalistas y desnortado aunque se presente de moderado. ¿Cuándo no esté Trías dónde quedará Junts en Barcelona? ¿Con Borrás y Turull?
Ernest Maragall. Los republicanos están en sus horas más bajas. Desmovilizados y con el partido intranquilo. Las encuestas han sido el detonante del malestar interno porque de ganar se sitúan en la cuarta posición. El candidato Maragall, al contrario de Trías, está dosificándose hasta tal punto que parece desaparecido. Quizás hasta que no haga la lista la maquinaria del partido no rendirá a tope. El problema es que la inestabilidad del candidato obliga a una lista dónde figure el que recoja los juguetes rotos y prepare a ERC para el 2027. Además, la estrategia republicana que descansaba en la gestión de la Generalitat poca gestión tiene para vender. Poca entre las cosas de comer y poca en estrategia después de los revolcones del Supremo. Sin embargo, en Barcelona el problema no es el partido, ni su posicionamiento político. En Barcelona, el problema es el candidato.
Jaume Collboni. Hace un mes que el candidato socialista vuela solo. Sin la atadura de estar en el ejecutivo. El PSC está marcando perfil propio, aunque ahora esté aquejado de la enfermedad congénita electoral de los socialistas catalanes: la desmovilización. De los suyos, en menor medida, pero de los indecisos, una gran mayoría, que aún no han decidido su voto. Lo tiene todo a favor, incluso la demoscopia, pero tiene que focalizar el tiro. Lluís Rabell, izquierda, y Eugenia Gay -liberal- han sido sus fichajes estrella consolidando a Laia Bonet de número tres. Una mirada transversal que intenta abrirse paso a derecha -ciudadanos- y recuperar voto perdido hacia Trías; a izquierda con Lluís Ravell; y a los de casa situando en el tridente a Laia Bonet. Collboni va al trote, sin prisa pero sin pausa, pero no debe descartar el sprint final. El PSC siempre se la juega en la última semana. “Ganar y abrir una nueva etapa”, es la mayonesa de este coctel puesto en marcha por el PSC pero tiene que cuajar.
Dani Sirera. Ha puesto orden y la brújula en su sitio a un PP desnortado en Cataluña y noqueado en Barcelona. Su sola presencia ha dado ánimos a los populares que se presentan como la garantía de la caída de Colau. Sin embargo, VOX, Ciudadanos y Valents le restan votos y regidores. Las tres formaciones se quedarán fuera del consistorio lastrando al PP. Difícil tiene el candidato doblegar a sus tres directos adversarios y tendrá que luchar con Trías por el voto útil del centroderecha, aunque tiene una carta a favor: el efecto Feijóo que en Catalunya tiene algo de fuelle.
En conclusión, Collboni y Sirera están en ascenso en percepción. Maragall en caída libre, Colau aguantando a la baja y Trías subido en un castillo que tiene algunos cimientos de barro. Son las percepciones que, hoy por hoy, coinciden en las encuestas. Este es el estado de la cosa.