El sábado pasado, los vecinos de Sagrada Família se levantaron con el aviso municipal de que el tramo de la calle Sicília que discurre entre Mallorca y Provença quedaba cortado al tráfico y que las motos tampoco podían aparcar en las aceras. Aquel espacio estaba reservado para la celebración de una “Calçotada popular”. Así, sin más.

Efectivamente, se montaron unas largas mesas y a mediodía los invitados pudieron disfrutar de una comida amenizada por la música y los comentarios que retransmitía la megafonía encaramada a un escenario situado el extremo del lado montaña.

Después del ágape, se retiraron las mesas, la música --que ya era más festivalera-- subió de volumen, y los calçotaires y quien quiso sumarse al festejo pudieron participar en una fiesta, rave, botellón –como se quiera llamar-- hasta las nueve de la noche.

Aunque los avisos municipales no lo decían, quienes cortaban el bacalao en el encuentro eran los chicos de Arran, que decoraron el lugar con carteles alusivos a algunas detenciones de sus simpatizantes. La voz cantante estaba a cargo de La Cruïlla, el colectivo del casal independentista de la calle Sardenya cuyo alquiler paga la CUP.

Se puede entender que a los promotores de las superillas y del urbanismo táctico, como a los defensores de las ciudades de los 15 minutos, les molesten las críticas de quienes se sienten afectados por medidas que nadie les consulta. Pero es que esas críticas son muy razonables.

Hay consenso en disminuir la contaminación de Barcelona y la circulación de coches, pero ¿vamos a desplazar los automóviles para que su espacio sea okupado por una fiesta ruidosa que le dé el sábado a la gente de la zona? No es la Mercè, ni la fiesta del barrio, tampoco Domingo de Ramos o cualquier otra celebración religiosa, sino una ocurrencia de los muchachos de La Cruïlla. Ocurrencia, por cierto, pagada y organizada por quién; igual la montó Iniciatives Events, tan querida por la alcaldía de la ciudad.

Cuatro días después, algunas de las pancartas advirtiendo de que No se toleran actitudes machistas ni lgtbifobicas –con la de casos que se han producido en las filas de la CUP y que han sido tapados convenientemente-- permanecen colgadas de los árboles, como los carteles del consistorio avisando a los vecinos de la que les caía encima.