Milagros, 90 años, quiosquera del barrio de Sant Antoni, es víctima de la xenofobia en la redes por no hablar catalán en una entrevista de TVNodo 3. Vive y trabaja en Barcelona desde hace sesenta años, es muy querida en su barrio y sí habla catalán fuera de las cámaras. Pero la llaman, “colonizadora”, “facha” y amenazan con que “algún día podremos enviar toda esta gente de vuelta a su país”. De momento, ya han expulsado de la sanidad pública a la enfermera que bromeó con el nivel C de catalán.

Un restaurante de Sabadell es acosado en las redes y señalado con pegatinas rojas en la fachada. Una espía lo delató porque una camarera no le habló en catalán. La empleada es una extranjera recién llegada a Cataluña y sufre una crisis nerviosa. Las multas lingüísticas a bares y empresas se mantienen cinco años después de que el Tribunal Constitucional las tumbara. Ahora ofrecen canjearlas por cursos de catalán.   
  
Vandalizan una sinagoga judía de Barcelona con una pintada de apoyo a Palestina. Los hechos tienen lugar el mismo día en que se conmemoran los ochenta años del levantamiento del gueto de Varsovia y del Holocausto. Igual como hicieron los nazis en Alemania. Los grupúsculos de amigos de los palestinos niegan que son terroristas, la alcaldesa Colau rompe relaciones con Israel y la Generalitat cierra su “embajadilla” en Tel Aviv.
  
La Generalitat también veta la presentación en el Centro Cultural Blanquerna de Madrid de un libro del socialista Joan Ferran, crítico con el proceso y satírico con los frikis y esperpénticos del independentismo. Es una selecta librería sustentada con dinero de todos los catalanes. Su directora dice ser republicana, pero viola la libertad, la igualdad y la fraternidad.
  
El bunker ultra lingüístico, Plataforma per la Llengua, incita a sus espías, chivatos y delatores a denunciar a profesores que hablen castellano en clase. Se camufla como si fuesen una oenegé y la sufraga la Generalitat. Rectores de universidades públicas obligan al profesorado a firmar un documento jurado por el que se comprometen a hablar catalán. Es un sistema coercitivo para proceder a depuraciones. Las universidades catalanas pierden estudiantes de muchos países por la imposición lingüística y por la crispación, violencia y politización en algunas facultades. 
 
Un presentador de TVNodo 3 califica de “peligroso” a un partido legal y democrático que no ha cometido ningún delito pero es perseguido, acosado y agredido en sus presentaciones. Lo tildan de extrema derecha y los agresores se llaman demócratas. Critican sus ideas sobre emigración y no a los que amenazan a los castellanoparlantes con que: “algún día podremos enviar toda esta gente de vuelta a su país”. El mismo canal público de propaganda llamó “nazis” a los socialistas. Ante estos hechos y muchos más, que ya no son anecdóticos, ni aislados, ni casuales, hay ciudadanos que se preguntan quiénes son los nazis de Cataluña. Por sus actos, métodos y comportamientos se les conoce. Y también porque llaman fascistas a los que no son fascistas y nazis a los que no son nazis.