Qué les voy a contar, pobres lectores míos. Muchos de ustedes estarán de las elecciones hasta los mismísimos y creo que no serán pocos los que todavía no saben a quién votar. Si les preguntasen a quién no votar, seguro que lo tendrían más claro, pero el "voto negativo" todavía no ha sido admitido a trámite. Por otro lado, en un ecosistema político tan cainita y populista como el nuestro, ganarían los "votos negativos" a los positivos y no quedaría para legislar y gobernar ni el Tato.

Contribuye a este hartazgo el que nos tomen por tontos. Los vemos un día sí y otro también mareando la perdiz y hablando de cosas que serán muy interesantes para discutir en la barra de un bar, como quien discute de fútbol. Ese discutir elevando la voz y dándole al carajillo, tan propio y tan alejado de las discusiones que podrían servir para ayudarnos a vivir mejor. Unos han gobernado antes y otros gobiernan ahora, y unos y otros procuran disimularlo. Sabemos que unos han apoyado con sus votos las medidas que ahora critican y que otros piden a gritos lo que ellos, en su día, no hicieron. Es un clásico ver a los que dicen que, si salen elegidos, harán una cosa y allá donde gobiernan siempre han hecho la contraria. Que no falten los vendedores de crecepelo, con referencias al Parnaso, el viaje a Ítaca o tonterías por el estilo. Es mejor ir mareando la perdiz que señalar un problema y plantear una solución de modo razonable y cuantificable.

En fin, no insisto, porque ustedes mismos están como yo, viendo cómo se acerca el día de echar el voto en la urna y preguntándose cuál. La verdad, nos lo ponen muy difícil.

Me han encuestado ahora mismo, poco antes de escribir esta columna, sobre mi sentido del voto. Al encuestador se le veía el plumero y todo señalaba a uno de los principales candidatos, o candidatas, no diré quién, que no quisiera ver yo ni en pintura con el bastón de alcalde. Que cuáles son los principales problemas de Barcelona, preguntaban, y ninguno era problema serio. Pero…

Cuenta la Cruz Roja que en 2022 atendió en Cataluña a casi 160.000 personas "en situación de extrema vulnerabilidad" (eufemismo). Contando con que muchas de esas personas tienen familia a su cargo, la Cruz Roja estima que ha tenido que actuar para intentar sacar de la más extrema pobreza a más de 200.000 catalanes. Eh, que se dice pronto. Las personas atendidas en esta situación en 2022 han aumentado un 31% con las atendidas el año antes de la pandemia. Si en 2019 eran tres las personas extremadamente pobres, ahora son cuatro.

En números redondos, la Cruz Roja ha atendido por razones económicas a más de 590.000 personas en 2022. Un 57% eran mujeres. Un número significativo de personas atendidas tenían trabajo y muchos apuros para comprar comida o pagar el alquiler, los suministros o las medicinas a final de mes. Y lo dicho, más de 160.000 personas atendidas estaban en la escala más baja de la pobreza. Siete mil personas han participado en programas de inserción laboral y 2.000 de ellas han conseguido un trabajo que les ayudará a salir de la miseria. Una gota de esperanza en el mar de la desgracia.

Pues de esto no se habla. O se habla poco. O no habla quien tendría que hablar y dice cosas que mejor hubiera sido callar.

El problema sigue ahí, enquistado. Es una cuestión compleja, en la que intervienen muchos factores y que no tiene una solución mágica. Pero uno de los principales problemas a su alrededor es la inoperancia de las administraciones públicas. La Taula d’Entitats del Tercer Sector Social a Catalunya señala que los trámites administrativos en el acceso a las prestaciones sociales son "extremadamente complejos". La principal causa de denegación del ingreso mínimo vital, por ejemplo, es "presentar documentación errónea o incompleta", lo que se repite en infinidad de ayudas o prestaciones sociales, que no llegan a quien más las necesita. La falta de medios y personal es crónica y los atrasos en recibir las ayudas pueden llegar a un año. Muchas personas necesitadas desisten, pues resulta imposible solicitar estas ayudas sin el asesoramiento de un profesional y la prestación obtenida a cambio es ridícula.

También podríamos hablar de la educación y la sanidad públicas, del parque de viviendas de protección social, de la promoción de la cultura, del trabajo digno… ¿verdad? Pero no. Mejor discutimos sobre el sexo de los ángeles, que da para unas risas.