Las campañas electorales se ganan por los aciertos de los propios y por los errores de los adversarios. Si ambos vectores coinciden, las elecciones las tienes ganadas. Badalona es un claro ejemplo. A Xavier García Albiol se le está poniendo cara de alcalde a una semana de los comicios. Salió de la alcaldía por un caso de corrupción que con el tiempo se ha traducido en un caso de medio pelo. No hubo corrupción, en todo caso fue una idea alocada que cayó en saco roto, pero le aguó la fiesta porque consiguió que todos los partidos se unieran en su contra para elegir a Rubén Guijarro alcalde de Badalona.

Guijarro no es un mal alcalde, aunque en ímpetu y en relaciones sociales no puede hacer frente a Albiol. Es un buen gestor, pero hoy en política con ser gestor no es suficiente, y algunas cosas llegan tarde y mal. Una vecina de Badalona me decía esta semana que el consistorio está limpiando la ciudad como si no hubiera un mañana. Esto está bien pero hay que hacerlo en tiempo y forma. Limpiar la ciudad a una semana de las votaciones se puede girar en contra porque es evidente su objetivo.

Albiol dio el campanazo esta pasada semana. Al albur de su lema electoral Badalonisme, la viuda y la hija del histórico alcalde socialista luego cercano al independentismo y su derecho a decidir, Joan Blanch, le dieron su apoyo de forma pública. Hicieron patente que el Badalonisme existe y que Albiol recaba apoyos de todos los colores -como su campaña en rojo, amarillo, verde y morado- en las municipales. Votos que en otros comicios no recalan en el PP, porque en las municipales la arrolladora personalidad del candidato concentra apoyos variopintos al margen de la ideología.

Por esta razón, las siglas PP no aparecen en su campaña. La marca del partido no le suma. En el peor de los casos, le resta. Albiol es Albiol, concentra en su persona apoyos y rechazos, pero tiene un valor añadido. Es un acierto la campaña, que llega de la mano del consultor Xavi Domínguez, y sus contrarios hacen el resto.

El resbalón, gratuito e innecesario, no viene de los socialistas, que van a lo suyo. Ni siquiera de los de ERC, tampoco de los comunes ni de la CUP. El resbalón tiene nombre y partido: David Torrents, de Junts per Catalunya. El señor Torrents es el único concejal de los de Puigdemont en Badalona, y es mano derecha de Laura Borràs. Se presentó en su congreso a secretario de organización y no obtuvo los votos necesarios. Luego fue repescado. Pues bien, este único concejal dijo esta semana que antes que apoyar a ERC apoyaría a Albiol.

Razón esgrimida. Lo ve más capacitado que al alcaldable de ERC, Àlex Montornès. Primera derivada: pone en cuestión al actual gobierno. Segunda: sus palabras traslucen que piensa que ERC dará el sorpasso al PSC dejando al actual alcalde a pies de los caballos. Tercera: cuestiona al candidato de ERC como gestor, poniéndolo a caldo con su gestión en el gobierno de coalición. Cuarta: deja la credibilidad del cuatripartito a la altura del betún. Seguramente el señor Torrents no debe entender que la única forma de arrebatar la alcaldía es un nuevo gobierno de coalición, del que él se sale. O sea, de forma implícita llegamos a la quinta derivada: Albiol será alcalde de Badalona según el señor Torrents porque lo hará posible en primera persona, ya que no se reeditará el gobierno de coalición.

Solo hay una posibilidad: que Guijarro sea el más votado entre los antiAlbiol, pero cómo le votarán sus ciudadanos si un miembro de su gobierno viene a decir que este gobierno es un desastre.

Se podría pensar que la acción del concejal de Junts es una calculada operación política para acercar Junts al PP y así alcanzar algunas alcaldías. Pero eso sería tanto como asignar una inteligencia política a Torrents que no tiene. Ni siquiera lo vieron en su partido cuando lo enviaron al rincón de pensar. Es más de lo mismo. Aún resuena un vídeo que se hizo viral en el que abogó por un acuerdo de todos contra Albiol porque si Albiol llega a la alcaldía “lo hará mejor que nosotros”. Ahora lo repite con la fórmula de dar cera a ERC. En fin, todo un nivel que, insisto, hace que Albiol afronte la última semana de campaña con cara de alcalde. Es lo que tienen los errores.