Los resultados de las elecciones municipales admiten distintos alcaldes y gobiernos. De los 41 concejales electos, hay quien recuerda que 16 son independentistas, otros que 24 son progresistas, pero la mayoría más aplastante es que son 32 los que concurrieron a los comicios expresando su rechazo abierto a Ada Colau. Una alcaldesa que, en sus dos reválidas electorales tras ser elegida primera edil, no solo no ha ganado, sino que en ambas ha retrocedido un concejal.

Xavier Trias y Jaume Collboni se han tornado en los nuevos actores determinantes para decidir la alcaldía y el gobierno de la ciudad, pero deben hacerlo con sensatez y siendo conscientes de que cada uno de ellos apenas obtuvo el 20% de los votos. Atrás quedan aquellos alcaldes que, aunque en minoría, superaban el 35% de respaldo y que, salvo excepciones, su contrincante principal distaba considerablemente en apoyos. Los dos han protagonizado una campaña de ocultación, perdón por la simplificación, uno de la estelada y el otro de su colaboración con Ada Colau. Ahora han de ser consecuentes. Si por algo pugnaron y coincidieron en esta campaña electoral fue por querer representar una alternativa sólida y contraria al “colaulismo”.

Ahora es el momento de devolver a Barcelona y a nuestros vecinos a la centralidad de gobierno. Hacerlo sin sesgos ideológicos y sin demagógicas luchas de clases teñidas en ocasiones de odio y confrontación social protagonizadas por la hasta ahora alcaldesa. Esta centralidad en Barcelona debe suponer un acuerdo entre Trias y Collboni en términos de generosidad y responsabilidad. El 20% de sufragios que han obtenido es poco, pero puede dar para mucho: una alcaldía y un gobierno. Por eso, hay que encontrar fórmulas de entendimiento y diálogo. ¿Alcaldía y/o gobierno compartido? ¿minoría de gobierno con una mayoría de gobernabilidad? ¿Acuerdos institucionales extendidos a la Diputación Provincial y al Área Metropolitana?

Barcelona requiere un Ayuntamiento sin esteladas y un gobierno sin los comunes. Si Xavier Trias es alcalde por ser la lista más votada y en minoría absoluta, salvo un acuerdo con el PSC, gobernará con la posibilidad cierta de que si promueve el procés se puede articular una mayoría de bloqueo. Esta mayoría, también de alternativa, se puede concretar desde el primer momento con el cartapacio municipal, el esqueleto del organigrama de gobierno, de gestión municipal y de la de sus empresas públicas, que se aprueba poco después de constituirse el nuevo ayuntamiento. También se extendería a cualquier otra cuestión de ciudad o vinculada al proceso independentista que debería ser aprobada por el máximo órgano de ciudad que no es la alcaldía sino el pleno municipal.

Por otra parte, debe descartarse “la interinidad municipal”, es decir, la opción de decidir un alcalde hoy y escoger el gobierno mañana, entiéndase después de celebradas las elecciones generales. Por otra parte, vetar que Trias sea alcalde por ser independentista es situar el epicentro político en el procés tal y como pretende Puigdemont cuando debe serlo Barcelona.

La alternativa de Jaume Collboni, salvo un acuerdo tripartito entre el PSC, los comunes y ERC, es ser alcalde respaldado por comunes y populares. Esta opción es una suma ganadora de 23 concejales que superaría la mayoría legal requerida y desbancaría a la lista más votada. Sin embargo, con una alcaldía socialista inicial se constataría la imposibilidad matemática y política de cualquier moción de censura posterior contra ella. Una moción que requeriría un acuerdo conjunto de 22 concejales de PP, Vox, Junts y ERC para superar la mayoría legal de 21 exigida para cambiar de alcalde.

En cambio, un Trias alcalde de ejerciente independentista siempre tendrá la espada de Damocles de su reprobación y cese. Si a otros partidos, el PSC y los Comunes, no les importaría en la investidura municipal sumar con el PP para elegir a un alcalde que no fuera Trias, supongo que a esos mismos partidos no les importará que, si éste es primer edil y se enroca en el independentismo, se pueda materializar esa suma de censura en cualquier momento. Es decir, a Trias se le podrá presentar siempre una moción de censura y removerlo de la alcaldía, pero con Collboni sería imposible y lo mismo sucedería para proceder ante una cuestión de confianza.

Y todo ello sin olvidar que Ada Colau ha sido en el consistorio la cooperadora necesaria del independentismo en Barcelona al respaldar la mayoría de las propuestas secesionistas (desplantes al Rey, respaldo al referéndum ilegal, cesión de colegios para el 1-O, apoyar los indultos, el reconocimiento y financiación a entidades independentistas, etc.) que se han aprobado en el ayuntamiento en los últimos años gracias a sus votos favor o a su abstención.

Los cuatro concejales del Partido Popular son determinantes para decantar balanzas. Se ha de reclamar sentido de ciudad a quienes pretendan dirigirla y decidir en su favor o en contra de quien no esté a la altura de lo que Barcelona precisa y se merece y, sin duda, constatando que sin Colau en la alcaldía ni los Comunes en el gobierno, en Barcelona se vivirá mejor.