Barcelona y Cataluña no constan entre las ciudades y regiones más acogedoras del mundo, según el último censo de Booking.com, Traveller Review Awards, la prestigiosa publicación sobre viajes y turismo. La misma que desveló que la ciudad española más sobrevalorada y decepcionante para los viajeros es Barcelona. Paradójicamente, el 2017 la capital de Cataluña apareció en la Vikipèdia catalana porque organizó una manifestación bajo el lema Volem acollir, con concierto incluido. Según la Guàrdia Urbana, desfilaron 160.000 personas y según los organizadores, más de medio millón. Entre las 900 entidades adheridas, la organizó una llamada Casa nostra, casa vostra, partidaria de la acogida de migrantes a Europa con lemas como “Basta de excusas, acojamos ahora”, y “abramos fronteras”. 

En aquella movida relucía Òmnium, y las cabezas más visibles y famosas eran las de los empresarios millonarios Jordi Cuixart, y Óscar Camps, mecenas del barco Open Arms. El gestor de la Generalitat, que después huyó a Waterloo, los recibió en su palacio. En el concierto participaron progres orgánicos como Évole, Llach, la Fura del Baus y otros artistas del régimen. La televisión y la radio públicas y sectarias lo elevaron a categoría de universal. “La más grande del mundo”, alardearon. Entre sus heroínas, Ada Colau, que montaría el contador de muertos en el Mediterráneo que se oxida en la Barceloneta.

Exactamente un año después, se constataban el fracaso, el bluf y la hipocresía de la tan cara y cacareada acogida barcelonesa y comarcal. Casa Nostra, Casa Vostra y Cosa Nostra denunciaban la “nula respuesta política” a sus demandas y lo enmascaraban con que Barcelona había batido su récord histórico de generosidad y altruismo porque tenía 1.148 personas en el programa estatal de acogida. En unas jornadas dedicadas al fiasco, los representantes del Ayuntamiento y la Generalitat culparon al Estado del 155 y a la Unión Europea, en otro ejemplo de antieuropeísmo populista.

Cabe preguntarse qué tiene que ver aquella política con que Barcelona y Cataluña hayan desaparecido del mapamundi acogedor. Pasa que a los países normales no les importa para nada que la sociedad barcelonesa y catalana sean “las más concienciadas y movilizadas”, según mintieron. Lo que se valora actualmente a la hora de elegir un lugar es: mejor logística de alojamientos, alquiler de coches y taxis, aeropuertos, profesionalidad de los proveedores, comodidad, seguridad, buena gastronomía... Y según los datos de más de 240 millones de comentarios registrados entre 2019 y 2022, la primera región más acogedora del mundo es La Rioja.

Otra acepción de lugar acogedor dice: “es aquel que, desde el primer momento, no te echa, te abre sus brazos, te da lo mejor de sí, te pone facilidades para todo, hace que todo el mundo se sienta a gusto y bienvenido y crea experiencias inolvidables para los viajeros”. Nada que ver con Ripoll ni con la turismofobia adalibana donde naufraga la falacia de el món ens mira. Barcelona, ni mentarla. Y costará tiempo y trabajo para que vuelva a parecer la ciudad que Don Quijote llamó: “archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos, correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única”. Imposible hasta que la exalcaldesa tóxica se vaya por el desagüe