JxCat prosigue su camino hacia la irrelevancia con una alegría digna de mejor causa. Obedeciendo al Hombre del Maletero, Borràs y Turull han optado por el célebre “cuanto peor, mejor” y, sobre todo, se niegan a mantener la más mínima relación con eso que los alemanes bautizaron como real politik. El ejemplo más reciente de esa manera de ir por el mundo lo tenemos con la negativa a negociar con el PSC para el control de la Diputación de Barcelona tras unos años de compartirlo. Recurriendo a la épica, los secuaces de Puchi han declarado que lo de desalojar al doctor Trias i Vidal de Llobatera del ayuntamiento barcelonés es una operación de estado (español, por supuesto) para impedir que la capital de Catalunya disfrute de un alcalde independentista (bueno, algo de eso hay, pero a algunos nos parece muy bien), y que tamaña maldad marca un antes y un después entre Junts y el PSC, convertido en paladín del españolismo y adalid del más implacable 155.

Y, como si tuvieran mucho donde escoger, los neo convergentes se muestran dispuestos a dominar la Diputación de Barcelona con otros socios... Que nadie sabe muy bien de dónde van a salir, dada la mala relación existente entre Junts y ERC. Mientras tanto, Collboni entabla negociaciones con los comunes, el PP y quien haga falta. En una clara muestra de españolidad mal entendida, Junts prefiere tener honra sin barcos en vez de barcos sin honra, pero todo parece indicar que se va a quedar sin una cosa y sin otra.

La táctica de Puchi y su cuadrilla está clara: presentarse como guardianes de las esencias ante los votantes, potenciar el perfil de traidores y oportunistas de ERC, confiar en que cale el mensaje de que solo ellos acabarán trayendo la independencia (no se sabe cuándo, pero la promesa, aunque imprecisa, está ahí) y tratar de hacer creer a lo que queda del procesismo que ellos son los únicos independentistas dignos de tal nombre. Como plan a largo (larguísimo) plazo puede tener cierto asomo de lógica (sobre todo, porque a ERC también la va todo de pena y no para de perder votantes a capazos), pero a corto plazo resulta francamente suicida, pues se produce un recorte de cargos en la estructura del partido y a todo el mundo, independentista o no, le gusta cobrar a fin de mes (a ver cómo se pone Marcela Topor cuando le soplen esos 6000 euros mensuales que se embolsa con un programa de televisión dependiente de la Diputación y que no ve absolutamente nadie: intuyo una crisis matrimonial de nivel cinco).

JxCat se comporta como si el independentismo no estuviera pasando sus peores momentos de los últimos años. Los del beato Junqueras acusan la pérdida de los favores de la audiencia, pero, al menos, se dan por aludidos, toman nota y hacen lo que pueden para seguir cortando el bacalao (aunque ya veremos si Aragonès logra acabar la legislatura: personalmente, lo dudo). Los de Junts, por el contrario, viven en Los Mundos de Puchi, convencidos de estar en el lado correcto de la historia y tomando decisiones radicales a granel que no les llevan a ninguna parte. ¿Qué Giró se ofrece a ir a Madrid a defender la causa? Pues Puigdemont lo veta ipso facto y dice que en su lugar irá Miriam Nogueras, que es un zapato, la pobre, pero un zapato patriótico y de una fidelidad extrema al Líder Máximo. ¿Qué se puede pillar algo de cacho en la Diputación de Barcelona prologando el pacto con los infames sociatas? ¡Ni hablar! Lo que mejor se les da últimamente a los de Puchi es salir pitando: primero, del gobierno regional; luego, de la diputación barcelonesa; a ver de dónde se dan el piro a la primera ocasión…

Intuyo que confían en que el progresivo deterioro de ERC redunde en su beneficio, pero la decadencia del procesismo es un fenómeno generalizado que afecta a todos los partidos separatistas: todo lo que sube, baja. Y los indepes están en caída libre, por muchas actitudes (supuestamente) éticas y épicas que adopte Puigdemont y muchas embajadas que inaugure Aragonès. Mientras ERC intenta salvar los muebles, Junts tira la casa por la ventana. Y los sociatas, mientras tanto, se frotan las manos porque intuyen que está llegando su hora de hacerse con la Generalitat.