Durante la lenta agonía de Irene Montero como ministra fuera de toda lista electoral, la señora de Iglesias ha sufrido otro desvarío. Ha organizado y sufragado una charla con supuestas feministas gitanas para acusar a la cantante Rosalía de “robar” la cultura a los gitanos. El ataque contra la artista catalana demuestra, otra vez, que con la ilustre vecina de Galapagar, de igualdad, de feminismo y de cultura, nada de nada. Una autora material de las injurias, difamaciones y falsedades es Nerea Pérez de las Heras, que va por la vida de humorista, gitana y feminista.

Asegura la antedicha que Rosalía, a la que llama “Robalía”, roba “elementos de la cultura de los gitanos”, una cultura profundamente machista a la que, según la graciosilla, “te desprecian y roban cosas de tu identidad ”. Para ella,  “Rosalía es el diablo” porque canta canciones gitanas de bodas, aquellas donde se practican comprobaciones de virginidad. Creyente del “mal fario” que ello comporta es otra activista y ponente, Silvia Agüero, quien acusó a Rosalía de “desprestigiar a los gitanos con su vestido de sevillana, de lunares, originariamente era de gitano”. Y culpa al capitalismo de “esa asimilación que hacen de una cultura que no es suya”.

El aquelarre tuvo lugar en el chiringuito Instituto de las Mujeres, donde también censuraron el cuento El jorobado de Notre Dame, “por ir contra las gitanas”, el cuadro Gitana robando anillo de Caravaggio y el reality  de televisión Los Gipsy Kings. Lo del escabroso control virginal del pañuelo blanco o ensangrentado, lo saldó con la moraleja: “En el coño de todas las mujeres deberíamos mandar cada una de las mujeres”. El colofón del acto racista y xenófobo contra la cantante nacida en Sant Esteve Sesrovires fue: “Nunca vas a ser gitana, no puedes. Puedes gitanizarte, pero gitana no puedes ser. Lo siento, es una lotería que te pudo tocar. A mí me ha tocado y es maravilloso.”

En este penúltimo flaco favor a gitanas y payas, la creadora de la ley sí es sí no ha opinado nada en contra del racismo que ha subvencionado. Lógico, porque las ponentes son de su cuerda. Y coinciden en el puritanismo de la ministra que hizo retirar una valla publicitaria con una mujer en bikini por “destacar la parte baja y los glúteos, representando a la mujer como objeto sexual de forma vejatoria”. Convencidas de una alta misión mística (“seiscientos años de resistencia”, dicen) son visionarias, sectarias y soberbias que pretenden juzgar los comportamientos y conducir a las personas por el camino de “sus” virtudes. Para ello, trazan fronteras entre buenas y malas y entre puras e impuras, tanto en la vida como en el flamenco.

Esta falsa superioridad moral y esta apropiación indebida y monopolista de una cultura y unas costumbres lleva a los pueblos a encerrarse en sí mismos y a la desaparición de la cultura retrógrada que dicen defender. Así que Montero ha promocionado al mismo clan o tribu que insulta a Rosalía como antes insultaron y difamaron a Federico García Lorca porque escribió su Romancero gitano sin ser gitano. Pero como no son gente de ley ni de palabra, acabarán más malamente que la canción de Rosalía.