Jaume Collboni, el alcalde de Barcelona, se está tomando su tiempo. Se ha alejado de estridencias y de ocurrencias y juega al estilo de Cholo Simeone: partido a partido. En estas tres semanas solo ha tomado una decisión trascendental: declarar a Barcelona zona tensionada en el mercado de vivienda.

Sobre la mesa la seguridad, movilidad, limpieza, vivienda, hoteles .... Y un largo etcétera. Collboni quiere marcar su impronta en las primeras decisiones pero no lo hará con prisas. La situación política es compleja y aconseja prudencia. El alcalde socialista sabe lo que es la prudencia y sabe lo que es resistir ante la adversidad. Ahora está adversidad se llama debilidad del equipo de gobierno y multitud de temas por resolver con múltiples matices, e intereses. En otros tiempos la adversidad era ser socio de gobierno arrojado como un Kleenex cuando no interesaba -primera legislatura de Colau- o ser el socio pequeño y con escaso margen de maniobra -en la segunda-. Ahora Collboni está sólo pero es alcalde. Otrora también estaba solo en la oposición o en el equipo de gobierno, salvo por la inestimable ayuda de un sherpa, el hoy delegado del Gobierno, Carlos Prieto.

En estos días, Collboni ha ido moviendo piezas colocando a su gente de confianza en los puestos clave. Primero repartió responsabilidades en el equipo de Gobierno, con Laia Bonet y Jordi Valls en las principales responsabilidades, para luego designar a los jefes de la maquinaria, los fontaneros del nuevo Ayuntamiento, con David Fuentes en el puente de mando, como su jefe de gabinete, y la siempre activa y resolutiva Gemma Torrents guiando la comunicación.

Es de agradecer que el nuevo responsable sea comedido y no saque la lengua a pacer. Que tome decisiones pero que estén medidas. Llevamos demasiado tiempo en un circo y es hora de engrasar los motores para que funcionen. Y establecer las prioridades. Seguridad, con un Albert Batlle con manos libres y sin ataduras, y limpieza se antojan urgentes por necesarias. La movilidad también lo es pero no es momento de improvisaciones. Piano piano se llega a Lontano. Mejor afinar que improvisar. Revaluar como dice Collboni.

Milagros solo en Lourdes, o Fátima. Barcelona necesita trabajo y aplicación. De improvisaciones y ocurrencias tenemos el cesto lleno en estos últimos años. Y, sobre todo, necesita soluciones con la mirada en el corto y medio plazo. El largo plazo es otra cosa. En este punto se debe confeccionar un proyecto de ciudad, un modelo competitivo que no relegue a Barcelona al decrecimento, sino una ciudad que apueste por el crecimiento armónico, que conjugue nuevas oportunidades con los sectores tradicionales y que trate de reequilibrar los barrios, amén de situarnos como referencia en Europa y en el mundo.

No es tarea fácil pero tenemos un punto a favor. El alcalde. Conoce la ciudad y conoce los temas. Siento decirlo así pero ni Trias ni Colau los conocen más allá de lugares comunes y generalidades. De Ernest Maragall qué decir. Ni come ni deja comer. Ni a los suyos siquiera. Collboni deberá crear además un clima de entendimiento y de puntos de encuentro con todos los actores, incluido el PP. Barcelona se la juega y tiene que hacer política con mayúsculas y para mayores, dejando en el recuerdo -no grato por cierto- todas las veleidades que hemos vivido y que convirtieron una ciudad con pegada en una ciudad triste y, sobre todo, antipática.