Xavier Trias no se ha ido. Se irá. Dijo que se iba, pero seguirá un tiempo como cabeza de filas de JxCat en el Ayuntamiento de Barcelona. Su idea es que en octubre podrá quedar ya orientado el gobierno municipal y el papel de su partido, y que ese momento será el ideal para volver a casa. Pero en ese lapso él y todo el grupo de JxCat en el consistorio tendrá una oportunidad para ofrecer buena política, para hacer útil la labor de un partido, al margen de la lucha habitual en la arena política.
Todo estaba pendiente de las elecciones generales, y el partido necesitaba tiempo para asumir que Trias no fue elegido alcalde. Ahora, con los resultados en la mano, JxCat sabe dos cosas: que los socialistas han arrasado en Barcelona, con 13 diputados, y que JxCat quedó en la capital catalana en quinta posición. Lo que también sabe es que el barómetro de Barcelona constata que Trias era el alcalde preferido por casi la mitad de los barceloneses. Pero eso, desgraciadamente para JxCat, es ya pasado. Lo que cuenta es lo que se pueda hacer a partir de ahora.
En numerosas ocasiones, los dirigentes políticos hablan de “nosotros”, sobre sus intereses particulares. Hablan en nombre de Catalunya, de los “catalanes”, sin pensar que lo que puede preocupar o enfadar es algo que se debe circunscribir a un grupo, a unos militantes, a unos votantes, los que optan, en este caso, por JxCat. Pero, ¿no deberían defender el interés general? En Barcelona se planteará, en breve, la necesidad de formar un gobierno sólido, que aguante, que apruebe presupuestos, que pueda ofrecer un horizonte de futuro a sus vecinos. Y JxCat tiene una magnífica opotunidad para demostrar que sabe aprender de los errores, que tiene una mirada larga, que no es una fuerza política reconrosa y que sabe distinguir en función de cada convocatoria electoral.
JxCat cuenta con un programa político para Barcelona muy similar al del PSC. El propio Xavier Trias en la campaña electoral señaló que no había apenas diferencias con los socialistas, principalmente, en muchas cuestiones económicas. Ahora, la necesidad de los socialistas en Madrid, para que JxCat se abstenga en la investidura de Pedro Sánchez, ha despertado todo tipo de especulaciones, más allá de lo que sí tiene pensado el partideo de Puigdemont.
Y el momento puede que esté muy cerca. La realidad es mejor afrontarla que ignorarla. Junts per Catalunya tiene un ideario político distinto al de ERC. Sólo les une una idea vaga y romántica por la independencia de Catalunya, una idea errónea en sí misma, pero que ha catalizado muchos esfuerzos en los últimos años. Esa realidad implica hacer política, en Madrid, en Barcelona y en cualquier institución: debatir negociar y pactar. En este caso, además, la posible negociación en Madrid le podría servir a JxCat pasa solventar una anomalía como es la situación de Puigdemont en Waterloo, en Bélgica.
La responsabilidad es de Trias, pero no sólo de él. JxCat puede empezar a recuperar la seriedad, su utilidad como fuerza política, en Barcelona. Tiene concejales muy preparados, con experiencia. ¿Qué desean, pasar el rato como concejales sin hacer nada? Collboni llamará a JxCat, también a los comunes, y a ERC. El PSC sabe que deberá contar con los comunes, pero quiere también a los ex convergentes.
¿No debería ser Barcelona el primer lugar para recuperar un sentido cívico, pensando en el conjunto de los barceloneses, los que han votado con contundencia a favor de los socialistas en las elecciones generales?
Llega el momento.