La escritora Najat el Hachmi (Beni Sidel, Marruecos, 1977, premios Nadal y Ciutat de Barcelona) ha sido elegida por el alcalde Collboni para ejercer de pregonera en las próximas fiestas de la Mercè, una propuesta que me parece bastante más razonable que cuando ese honor le cayó a Jordi Cuixart por cortesía de Ada Colau. No la conozco personalmente, pero sus opiniones en los medios de comunicación (es de las pocas voces personales e independientes que quedan en El País, sin ir más lejos) me han parecido siempre tan razonables como valerosas. Hija de dos culturas, no se ha cortado a la hora de denunciar lo peor del Islam, sobre todo en lo relativo a las mujeres, tema que ha llegado a ilustrar incluso con historias familiares que ponían los pelos de punta, así como la actitud paternalista y supuestamente comprensiva de ciertos sectores occidentales partidarios del timo multiculti. Laica y feminista, Najat el Hachmi no se corta un pelo a la hora de opinar, lo cual suele comportar problemas en este bendito país, como acabamos de comprobar con las protestas del Observatorio contra la Homofobia por su elección como pregonera de la próxima Mercè: se la acusa de practicar la transfobia y hay incluso un activista que ha tenido el cuajo de comparar su discurso con el de Vox.
Pero yo diría que aquí quien tiene un auténtico problema no es la escritora, sino el sector más virulento del colectivo trans, que, si no encabeza el ranking nacional de ofendiditos, le falta poco. No sé si se debe al exceso de testosterona de sus representantes, pero una parte de la comunidad transexual muestra una preocupante tendencia a la intolerancia y hasta a la violencia (recordemos cuando no se pudo presentar en Barcelona el libro Nadie nace en un cuerpo equivocado por la tangana que montaron en la puerta de la librería una pandilla de trans indignados, exaltados y negándole a otros la libertad de expresión que suelen exigir para ellos). En cualquier caso, decir que el discurso de Najat es equivalente al de Vox es propio de un zoquete con muy mala intención (el activista gay Curro Peña, conocidísimo en su casa a las horas de comer). Lo único que ha hecho la escritora es renegar públicamente de la funesta ley trans de la cesante Irene Montero y poner en duda los acelerados cambios de sexo para menores de edad. Con eso le ha bastado para que lo más primario del movimiento trans la considere una TERF despreciable y para que ahora se niegue su idoneidad como pregonera de la fiesta mayor de la ciudad de Barcelona.
Najat el Hachmi no ha tenido las cosas fáciles. Llegó a Vic a los ocho años con su familia marroquí, tradicional y tirando a bestia, por lo que ella misma ha contado al respecto. Consiguió ir a la universidad y convertirse en escritora. No cayó en las redes del prusés (¿motivo por el que nunca se le ha hecho mucho caso en los medios de agitación y propaganda del régimen?, me pregunto). Como colaboradora en prensa, se ha distinguido siempre por una lucidez y un valor considerables, convirtiéndose en una voz muy razonable tanto en la comunidad catalana como en la árabe. No le ha importado mantener una cierta actitud de outsider, que, si ya es difícil para los que hemos nacido aquí, imagínenselo en alguien que ha tenido que quitarse de encima las molestas tonterías de su comunidad de origen y de la de adopción. ¿Y ahora tiene que aguantar que el inefable Curro Peña y una cuadrilla de charlatrans radicales e intolerantes la quieran dejar sin pronunciar el pregón de la Mercè? ¿Qué tiene que hacer el ayuntamiento para tener la fiesta en paz con lo más delirante del colectivo queer? ¿Sustituir a Najat por Samantha Hudson?