El RACC acaba de hacer público su quinto barómetro sobre el uso de la bicicleta en Barcelona y su área metropolitana. Coincide con el anuncio del consistorio barcelonés de aumentar las sanciones por incivismo. Y si algo se desprende del estudio es que utilizar la bicicleta comporta una notable inseguridad y, también, que muchos de los ciclistas contribuyen con comportamientos incívicos a esa misma inseguridad. La propia y la ajena. El 91% de los encuestados reconoce que se salta los semáforos en rojo. Cierto que añade que lo hace cuando no hay coches, pero no es menos cierto que en el centro de la ciudad la visibilidad no es extraordinaria. En muchos chaflanes hay vehículos aparcados, además de contenedores que dificultan la visión.
Tampoco respetan los límites de circulación. La inmensa mayoría dice que no lo hace cuando el límite son en 30 kilómetros por hora. ¡Claro! Superar esa velocidad con la bicicleta (salvo que sea eléctrica) no es la cosa más fácil del mundo. Especialmente en las calles que hacen subida, que no son pocas en una ciudad como Barcelona rodeada de colinas.
El 66% de los ciclistas reconoce que utiliza el teléfono móvil mientras conduce y el 27% (más de una cuarta parte) que circula por las aceras incluso cuando son estrechas. No es de extrañar que el 24% de los accidentes en los que participa un ciclista afecten también a algún peatón. Y es que, aunque es cierto que el ciclista es vulnerable y debe ser protegido, no es menos cierto que aún es más vulnerable el peatón que, además, sufre el impacto cuando circula por el espacio que, supuestamente, le está reservado y donde, en principio, debería sentirse seguro.
Es evidente que superar los límites de velocidad, saltarse los semáforos, emplear el móvil o subirse a las aceras son comportamientos de riesgo. Para los demás y, también, para sí mismos. No tiene por tanto nada de extraño que el 62% de los ciclistas asuma que lo suyo es un comportamiento de riesgo y se sienta vulnerable en medio del caos circulatorio que es Barcelona y su área metropolitana.
La primera causa de inseguridad para el ciclista es un comportamiento imprudente de conductores de otro tipo de vehículos, sobre todo a motor, que no dudan en invadir el espacio reservado a la bicicleta. Nada menos que el 93% de los ciclistas sostiene que en algún momento se ha encontrado su carril ocupado. Es decir, que les hacen lo mismo que ellos a los peatones. Seguramente lo idóneo, si es verdad que el Ayuntamiento de Barcelona quiere acabar con las conductas incívicas, sería trabajar en conseguir que cada uno ocupe el espacio que le ha sido reservado y respete el de los demás.
PROBLEMAS CON LOS PATINETES
Llama la atención que si bien autobuses y camiones son percibidos como una amenaza (en el 72% de los casos los primeros; en el 74%, los segundos, añadiendo las furgonetas) los ciclistas teman más a un competidor más pequeño: el patinete (77%). No es de extrañar: el 26% de los accidentes los sufren con los conductores de patinetes, a los que acusan (seguramente con razón) de no respetar en absoluto los límites de velocidad. Y no sólo eso: la sensación de inseguridad que les causan estos vehículos ha aumentado en el último año, ya que hace un año estaba en el 74%.
Que el uso de bicicletas y patinetes no tiene marcha atrás, parece indudable. Y en la medida en que abaratan costes, recortan tiempos de desplazamiento y, sobre todo, son menos contaminantes y ruidosos, el hecho parece una buena nueva. Pero exige el respeto de todos para con todos. Los ciclistas, sus espacios reservados, deben ser respetados por el resto de usuarios de vehículos, pero ellos también deben aplicarse el cuento.
PACTO DE MOVILIDAD
En tiempos de Joan Clos y Jordi Hereu se reunían periódicamente representantes de las asociaciones de ciudadanos en función del tipo de movilidad que utilizaban: desde los conductores de reparto hasta los peatones, pasando por ciclistas, motoristas y taxistas. Quizás el nuevo alcalde, Jaume Collboni, pueda plantearse recuperar el pacto por la movilidad, un espacio de diálogo sobre las necesidades de cada sector, abriendo la posibilidad de un pacto entre todos ellos. Un pacto en el que nadie puede ganar por goleada, pero todos pueden conseguir algo positivo. Porque lo contrario del pacto ya se sabe lo que es: la ley del más fuerte, que en el tráfico se traduce como que nunca hay preferencia de paso sino más bien preferencia de peso. Y ahí los ciclistas y los peatones tienen mucho que perder.