La resaca del 28-M está amainando. Los ayuntamientos se han constituido y se han cerrado los gobiernos supramunicipales. Las diputaciones han deparado sorpresas. Junts se ha quedado circunscrita a su reducto de Girona y no estará presente en el resto. En Barcelona, si cabe, el acuerdo es sangrante. Los socialistas pactan con los Comunes, con el alcalde de Terrassa y con los independientes incluidos en Junts, para acabar abriendo las puertas de par en par a Esquerra Republicana, el partido que durante cuatro años denunció el acuerdo de Junts con el PSC. El mismo que pactó por la puerta trasera una vez se celebraron las generales. Por último, el Área Metropolitana de Barcelona donde el PSC con mayoría absoluta ha reservado parcelas a los Comunes, Junts y ERC.
Los junteros han perdido todo el poder institucional supramunicipal y en el ámbito estrictamente municipal sus resultados no fueron óptimos. Sus grandes feudos quedan reducidos a Sant Cugat, Martorell o Igualada y en unas decenas de pequeños ayuntamientos. Eso sin contar que la abrupta salida del ejecutivo los ha dejado en fuera de juego, solo incordiando en el Parlament para hacer sudar la camiseta a Pere Aragonés, que preside el gobierno más inoperante de la democracia.
En Barcelona, se siguen lamiendo las heridas y mantienen el discurso airado de que los han dejado fuera no respetando la voluntad popular, aunque cambian el tono si hablan de Girona, por ejemplo. El grupo municipal sigue en su lento camino por el desierto esperando saber qué día su líder, Xavier Trías, los deja en la estacada. Una pista, en el discurso que realizó en la constitución del Área Metropolitana lo dejó claro “en dos meses me borro”. Primera tarea de los chicos de Puigdemont: buscar un líder municipal. No es fácil, sin duda.
Mientras, Jaume Collboni sigue moviendo piezas. El alcalde no ha sido pejiguero a la hora de reconocer que la inseguridad crece en la ciudad. Tampoco el concejal Albert Batlle que sabe, ya lo sabía de antes, que la falta de seguridad no es una percepción, es una realidad. La Junta de Seguridad dejó recados muy claros al conseller Joan Ignasi Elena: es necesaria más presencia policial, más presencia en la calle y más colaboración entre los diferentes cuerpos. Se dan las condiciones para que esto suceda porque a los gobiernos les interesa dar carpetazo a la etapa Colau. Por cierto, la exalcaldesa sigue desaparecida.
El nombramiento de Santi Vila como responsable de infraestructuras no es nada baladí. Vila acepta el encargo por su amistad personal con Collboni, pero su nombramiento en sí es una pulla al sector neoconvergente en temas tan delicados como la ampliación del aeropuerto.
¿Más movimientos? Sin duda. Collboni sabe que gobernar en minoría es un horror y después de vacaciones veremos movimientos. De momento, conversaciones con Comunes y ERC, pero también con Junts. Todos los grupos tendrán que reposicionarse y aceptar la nueva situación política. En España, en Catalunya y en Barcelona. Y todos tendrán que aceptar sus propias resacas y vislumbrar nuevos liderazgos. Junts por la marcha de Trías. Los Comunes por la ausencia, casi huida, de Colau. Y ERC esperando que Maragall vea que su momento ha llegado. De momento, a pesar de su nueva derrota como senador no lo ve y no tiene intención de irse a casa para desesperación de los suyos que ya piensan en las elecciones de 2027 y están -des- compuestos y sin líder.
El PSC tiene problemas de gobernanza porque Collboni está empecinado en cortar de raíz esa ausencia de gobierno estable. Pero con la debilidad de sus opositores bien podría seguir así. No lo hará porque el tablero de ajedrez tiene más partidas simultáneas y todas repercuten en Barcelona, ese oscuro objeto de deseo.