El lunes se conoció la salida de Miquel Roca del accionariado del despacho de abogados que él mismo fundó en 1996, el paso definitivo a sus 83 años para ordenar el relevo generacional y asegurar el futuro de la compañía, de la que su hijo Joan es el presidente desde hace siete años.
La noticia tiene la trascendencia que le confiere su carácter privado; sin embargo, el papel de Roca en la historia reciente de España y de Cataluña genera interés público. Se trata de uno de los redactores de la Constitución de 1978, precisamente el que se encargó de introducir el reconocimiento de la pluralidad territorial en su redactado sin discursos vehementes, sin ruido ni enfrentamientos.
También es el hombre que lideró el último intento del catalanismo de participar en el gobierno de España, la Operación Reformista de 1986, una iniciativa que también pretendía crear una fuerza política de centro capaz de “amortiguar la confrontación”, según sus propias palabras.
Nunca sabremos cómo sería el mapa político español si la propuesta –que integraba a personajes tan potentes como Federico Carlos Sáinz de Robles, Justino de Azcárate o Florentino Pérez— hubiese triunfado en lugar de cosechar aquel estrepitoso fracaso. Aunque estoy convencido de que quienes más contribuyeron a su derrota, el PSOE, hoy actuarían de una forma menos destructiva.
Roca deja su firma al estilo de los grandes bufetes, como hizo su compañero de la también conocida como Operación Roca, Antonio Garrigues Walker, que desde 2014 es presidente de honor del prestigioso despacho Garrigues. Una forma elegante de dar paso a las nuevas generaciones, una demostración de la inteligencia que solo poseen quienes son conscientes de su prescindibilidad, de quienes no se dejan devorar por su propio personaje.
Es imposible no recordar a propósito de esta retirada cómo Jordi Pujol trató de simular un paso al lado en su empresa nacional dejando en manos de uno de sus hijos la caja de CDC, el movimiento que había fundado con Roca en 1976 y que pasará a la historia como el partido del 3% y la corrupción sistemática. ¿Qué habría pasado si Pujol no hubiera dejado a un amigo de la familia al frente de la Generalitat y si sus vástagos no se hubieran visto implicados en delitos económicos? ¿CDC se habría hecho independentista? Nunca lo sabremos con certeza, aunque lo pongo en duda.