Renfe conmemora los 175 años del tren de Mataró, primero de la España peninsular (el pionero fue el de Cuba) y “símbolo supremo de la Catalunya emprendedora adherida a la Revolución Industrial”, en definición del malogrado periodista mataronense Manuel Cuyàs. La empresa que lo construyó se llamaba Companyia dels Camins de Ferro de Barcelona a Mataró. Entonces no existía Renfe, que sería creada en 1941 como monopolio público. Fue una suerte para los usuarios del primer tren, porque sólo tardaba 35 minutos en recorrer el trayecto de Barcelona a Mataró sin paradas. Es el mismo tramo que Renfe ha logrado que 175 años después se tarde una hora y doce minutos, con paradas en todas las estaciones y apeaderos como excusa de su lentitud en una de las líneas férreas con más averías, incidencias y retrasos de Cataluña.
Renfe intenta ganarse simpatías con la celebración de un mérito y un avance que no fueron suyos, pero lo tiene difícil. Como las Rodalies traspasadas, que van de catalanas pero aún no han tenido algún detalle de memoria histórica del evento que colocó a Catalunya a la cabeza de la gran trasformación económica que supuso el ferrocarril. Renfe, al menos, coloca papeles conmemorativos de usar y tirar en los reposacabezas de los asientos. Rodalies promete decorar un convoy el próximo octubre, gracias a la aportación económica de la Diputación. Lo más bonito y sentimental de la efeméride acontece en Mataró, ciudad que siente, vive y celebra en cuerpo y alma aquel lejano 28 de octubre.
En su inauguración, el tren, que recorrió 28,4 km. sin incidencias y cruzó el túnel de 135 metros en Montgat, no se libró de críticas. Una fue su paso por el túnel. Porque los eclesiásticos, que ya habían censurado que damas y caballeros viajasen y se sentaran juntos en el traqueteo del tren, condenaron tanta promiscuidad en la oscuridad del túnel. Otros bulos fueron que el vaivén de los vagones causaba enfermedades nerviosas; que el humo de las locomotoras perjudicaba los pulmones; que las chispas de las calderas ocasionaban incendios; que el ganado huía a su paso y las vacas daban mala leche… De propagar tales catástrofes se ocupaban los monopolios de las diligencias, que veían peligrar su negocio.
Entre críticas y dificultades, la línea de Barcelona a Mataró no tuvo ningún apoyo económico del Estado, que promovía el proyecto ferroviario de Madrid a Aranjuez porque uno de sus inversores era el ministro de Hacienda. Además de sabotajes durante las obras, la crisis de la bolsa de Londres del 1847 causó la retirada de accionariado inglés. Frente a tantas adversidades, sólo hicieron posible realizar el proyecto el tesón del promotor y armador mataronense, Miquel Biada, y el serio compromiso de una constructora inglesa. En cuanto a Renfe, Rodalies y los Ferrocatas de la Generalitat, sigue siendo actual la canción La culpa la tuvo el tren, del Trio Guadalajara, que desde 1954 dice: “Con mucha frecuencia la gente / que sale para viajar / padece algún accidente / sin saber a quién culpar /. La culpa la tuvo entera / el vaivén del tren”.