Hace unos años, no muchos, corría un autobús por Barcelona propulsado por pilas de combustible. Era un vehículo experimental, fácilmente reconocible porque parecía una locomotora a vapor, y les explicaré por qué. Las pilas de combustible generan electricidad combinando hidrógeno con el oxígeno de la atmósfera. El resultado es vapor de agua a baja temperatura que, cuando asoma al exterior, condensa y forma una nube de vapor blanco. Por eso el autobús en cuestión dejaba tras de sí una densa nube de vapor. La imagen causaba desasosiego entre los barceloneses, que creían vérselas con un monstruo contaminante que echaba humo a destajo. El experimento terminó y no he vuelto a ver el autobús-tren chu-chú.

TMB ha hecho experimentos con aceites reciclados, gas natural comprimido, hidrógeno y otras zarandajas por el estilo, aunque hoy la tendencia es otra y muy clara. Hoy nos inclinamos por la movilidad eléctrica en todos los foros públicos. Para no ser menos, TMB ya tiene autobuses con motor eléctrico dando vueltas por la ciudad. Entonces surgen los problemas ocultos a la vista. He leído que TMB todavía no tiene suficientes puntos de carga y que algunos de esos autobuses, si no todos, salen de las cocheras por la mañana con la batería a medias. Bueno, es lo que hay. TMB se enfrenta al principal problema de la movilidad eléctrica. Éste no es ni el motor ni la mecánica, sino la batería. Cargarla es y será todo un problema.

Los expertos dicen que, a largo plazo, la movilidad urbana e interurbana empleará distintas tecnologías y fuentes de energía. El hidrógeno será una de ellas, que servirá bien para vehículos que obtengan energía eléctrica de una pila de combustible, bien para ser quemado directamente en un motor de combustión interna. Otra fuente de energía serán los biocombustibles, principalmente biodiésel, alcoholes y metano, de origen vegetal o procedentes del reciclaje de residuos.

El petróleo seguirá proporcionando energía a nuestros motores durante bastantes años, pero la tracción eléctrica irá ganando terreno a un ritmo exponencial y acabará imponiéndose. Tiene varias ventajas. La principal es que la electricidad puede ser generada de muchas maneras. Lo ideal sería generar electricidad con plantas nucleares o de energías renovables, que no generan apenas gases de efecto invernadero. En la práctica, todavía tendremos que recurrir a los combustibles fósiles durante algunas décadas.

Todo esto, sin embargo, nos obliga a actuar ahora, deprisa y con visión de futuro. Si usted tiene la fortuna de vivir en una casita adosada o un chalé con garaje propio en las afueras, en Sant Cugat o alguna población del Maresme, por ejemplo, y emplea el automóvil para ir y volver de Barcelona, el automóvil eléctrico o el híbrido enchufable están hechos para usted. Además, podrá permitirse pagar el sobreprecio de estos vehículos, porque será usted de clase media-alta o alta.

Por el contrario, si usted no vive en Barcelona porque no puede pagar la hipoteca o el alquiler de una vivienda en la ciudad, no. Si es usted de clase media-baja, y no le digo si es usted de clase baja, casi seguro que usted no tendrá un garaje propio y tendrá que conformarse con un viejo coche de segunda mano para poder ir a trabajar. Si ése es el caso, lo llevará crudo, porque el coste de un vehículo eléctrico estará por encima de sus posibilidades y el transporte público del que dispone no es ni rápido ni cómodo ni satisface sus necesidades.

Un 70% de los vehículos matriculados en Barcelona aparcan en la calle. Ahora díganme cómo piensan afrontar el Ayuntamiento de Barcelona, el Área Metropolitana de Barcelona, la Diputación o la Generalitat de Catalunya, por no hablar del Gobierno de España o la Unión Europea, que hay de sobras para todos, la cuestión de la movilidad eléctrica en los próximos veinte años. Cómo van a potenciar el transporte público que sustituya al vehículo privado, con qué medios, qué líneas, qué trayectos… No hablemos de toda la infraestructura eléctrica necesaria para conseguir electrificar el transporte urbano e interurbano. Estamos hablando de centrales de generación eléctrica, de cualquier tipo, redes de transporte de alto voltaje, redes de distribución, puntos de carga y un largo etcétera de infraestructuras eléctricas que casi doblarían a las existentes. Pueden imaginarse la complejidad de todo esto y seguro que darán con muchas más cuestiones que deberían resolverse para hacerlo posible.

No veo yo que las autoridades estén por la labor, aparte de algún maquillaje y alguna subvención para hacer bonito. Del sexo de los ángeles sí que hablan y no callan, pero esto ya lo arreglará quien se lo encuentre.