Hace unas semanas decíamos en estas páginas que el alcalde Collboni no tenía prisa por llegar a acuerdos de gobierno. Seguramente, tendrá que formalizar alguno pero la coyuntura política le permite llevar la iniciativa y gestionar los tiempos. Lo hemos comprobado esta semana cuando el ejecutivo municipal de solo 10 concejales ha iniciado la negociación presupuestaria. Collboni no tiene prisa, pero sus socios, sus posibles socios, sí.

Nadie se ha puesto a su disposición, pero todos han mostrado su disponibilidad por una razón. No les queda otra. ERC y Comunes quieren negociar los presupuestos pero quieren entrar en el gobierno. Saben de sobra que no pueden ponerse en contra de las cuentas municipales y en consecuencia quieren ser gobierno y no oposición. Porque como oposición tendrán difícil tumbar los números porque sus votantes no lo entenderían.

El caso de Junts es diferente. Mantiene las distancias pero no cierra las puertas. Junts vive pendiente de Madrid. Si Puigdemont apoya un gobierno de Sánchez se les abren las puertas municipales. Collboni tampoco las cierra también pendiente de Madrid. Además, tiene en su mano el comodín de ERC y Comunes que no quieren pasar cuatro años de ostracismo. ERC ya sabe lo que es y lo que pasa en unas elecciones. Los Comunes no lo saben y no tienen intención de saberlo y son los que más prisas meten al alcalde.

Sin embargo, Jaume Collboni no se da por aludido. Ha puesto el juego en marcha a sabiendas que el escenario político le es propicio. Además, su ejecutivo en minoría está tomando decisiones acertadas, está revirtiendo algunos desbarajustes y su inicio de mandato no se caracteriza por la improvisación aunque problemas no faltan en una ciudad como Barcelona. En conclusión, tiene la iniciativa y puede gestionar los tiempos. Todo un tesoro para un gobierno en franca minoría.

Tampoco tiene una oposición incendiaria. Daniel Sirera no se ha tirado al monte y mantiene una oposición de tono bajo aunque incisiva. No quiere pasar desapercibido pero se aleja de las estridencias de Josep Bou. Vox, por su parte, no existe. No lo necesita. La extrema derecha no quiere subir sus expectativas en política municipal. Eso les trae al pairo.

Esto no quiere decir que el inicio de mandato sea una balsa de aceite. Ni mucho menos. Limpieza, seguridad, vendedores ambulantes, narcopisos, la movilidad, vivienda, okupaciones, y otros problemas siguen ahí, pero la estridencia mediática ha bajado decibelios, ayudados porque la gestión de estos conflictos se está enfocando lejos de movimientos esperpénticos del anterior equipo de gobierno.

Collboni tiene margen pero el alcalde sabe que este margen tiene fecha de caducidad. Es finito. Por tanto, debe aprovechar estos meses para hacer que las cosas pasen y no solamente dejar que las cosas pasen. El primer edil de Barcelona tiene la experiencia por sus años en la oposición. Años duros, pero en ellos aprendió que nunca sabes de lo que eres capaz hasta que lo intentas. Fue capaz y ahora es alcalde. Para conservar la vara de mando necesita eficacia en la gestión, impulsar el pacto como reflejo de la transversalidad y escoger bien a su socio, o socios, de gobierno. Para gobernar pero para conseguir un mayor respaldo electoral dentro de cuatro años. Nunca nadie le dijo que fuera fácil pero tiene el viento de cola y los conocimientos, y el tiempo, para resolver el sudoku de la gobernabilidad.