La Fiscalía ha pedido diez años de cárcel para una mujer que cortó el pene de su jefe y pareja en un bar de Sant Andreu de la Barca. Ocurrió en 2021 y su relato supera las ficciones de la novela erótica Cincuenta sombras de Grey. “La mujer convenció a su jefe, con el que había mantenido una relación durante los últimos cuatro años, para que cenaran juntos en el bar donde trabajaban. Le tapó los ojos con un trapo mientras le hacía una felación, le pidió que no se lo quitara porque tenía vergüenza, y presuntamente le cortó el pene con un cuchillo”. La presunta capadora está en prisión provisional acusada de un delito de mutilación genital, su acto retrotrae a un lema feminista del siglo pasado y reaviva los debates sobre la castración. En cuanto a la víctima, se suma, en carne y hueso, a las estatuas históricas castradas de Barcelona. El caso coincide con que los penes del Museo de la Erótica están en crisis y son menos atractivos para visitantes y para la prensa.
La reportera Alba Carnicé narró en este diario el “gatillazo” del Museo Erótico de Barcelona. De las ochocientas obras expuestas desde 1997, llamaron su atención los penes de silicona. “El museo da la bienvenida con un pene de grandes dimensiones en el que te puedes subir para hacerte una foto”, escribió. “En las salas donde hay penes de diferentes tamaños, los más pequeños son los que arrancan las risas de los turistas, que los señalan e incluso tocan… El colmo llega cuando, en un fotomatón, se ve a los visitantes que han pasado por el museo con diademas de penes en la cabeza”, añade. Y concluye: “la sensación al salir del museo es de irritación desagradable”. Tampoco gustó al cronista madrileño Javier Blánquez: “en látex el pene más largo jamás documentado, casi 40 centímetros: quien quiera lo puede tocar, acariciar o metérselo en la boca”. Definió al Erotic Museum como “mezcla entre lo cutre y lo anecdótico.”
Hace dos años, las beatas de Colau la emprendieron contra el Príapo de Hostafrancs, que lucía en el Museo de Arqueología y que también había escandalizado a las puritanas del siglo XIX mientras estuvo en el Patio del Carajo en Ciutat Vella. Otras obras de arte visiblemente castradas son el monumento al Geni Català, y el de los Voluntaris Catalans. Tanta mutilación iconoclasta delata la ferocidad del extremismo y sus perversos instintos básicos reprimidos. El feminismo de la transición acuñó el lema “contra la violación, castración”. Era una metáfora reivindicativa, no violenta ni destructora que se oye de vez en cuando. Respondía al debate ético, político y científico sobre la castración química, que defiende el vicepresidente italiano Matteo Salvini. El pasado mes de agosto, pidió “prisión y castración química para violadores y pederastas, italianos o extranjeros”, para siete hombres y un menor acusados de violación grupal a una joven siciliana. Salvini apoya el proyecto de ley en este sentido que ha presentado su partido soberanista, la Liga. Castigo mítico desde la Biblia, nadie puede tomarse la castración por su mano. Además, no acaba con la falocracia.