Lo mejor de las fiestas de la Mercè de este año ha sido la elección de Consell de Cent como uno de los ejes de los espectáculos y las atracciones que han extendido el jolgorio desde la plaza de Joan Miró hacia el interior del Eixample. Un buen aprovechamiento de la polémica superilla que no beneficia solo a sus vecinos y a los propietarios de los inmuebles que la bordean, sino a todos los barceloneses.

Parece que la elección de esta calle como escenario de la fiesta no responde a una propuesta política, sino que es obra de los técnicos del consistorio cuando empezaron a planificar la edición anual de la fiesta de la patrona, una iniciativa que aceptó el anterior consistorio y que el actual ha mantenido.

Y digo que es lo mejor porque me encuentro entre los ciudadanos que no acaban de ver la gracia a las fiestas patronales, tampoco claro está a las de los barrios. A estas alturas de la historia, cuando la música, el teatro, el arte en cualquiera de sus manifestaciones, están al alcance de cualquier ciudadano todos los días del año ciertas celebraciones pierden justificación. Dicho sea sin menoscabo de los intereses de quienes se ganan la vida con esos espectáculos que sufragan los ayuntamientos.

Inevitablemente, los desórdenes públicos y las molestias que sufren los vecinos en estas fechas deben ponerse en la balanza junto a los aspectos positivos de la celebración de la Mercè.

Lo más sorprendente es ver cómo los responsables policiales, y también los políticos, tienden a normalizar los incidentes que se producen en torno a los festejos, en unos casos desvinculándolos, como si hubieran ocurrido en otra ciudad o en otro momento, y a menudo restándoles importancia. Incluso recomiendan que los barceloneses que acudan a esas macroconcentraciones –80.000 personas fueron a ver los drones en la Barceloneta, 40.000 asistieron al concierto de Les Corts, 25.000 al del Bogatell y casi 100.000 estuvieron en el piromusical de Montjuïc— no pierdan tiempo a su término y se marchen a casa cuanto antes, porque es precisamente al final cuando hay más peligro de sufrir alguna agresión.

“Ha sido una Mercè muy segura” oí decir el lunes a un alto mando de los Mossos d’Esquadra a modo de resumen de unas fiestas que se han saldado con unas 50 detenciones y unos cuantos apuñalamientos, dos de ellos graves, pero que “no han tenido nada que ver con la Mercè”, según la misma fuente. Suena a una mezcla reiterada de buenismo y de renuncia provechosa para el discurso autoritario de la extrema derecha.