Esther Capella, consejera de Territorio, hizo unas declaraciones hace unos días donde ponía de manifiesto cuál era su posición y la de su partido sobre diversos asuntos que, en principio, tienen bastante que ver con la vida del común de los barceloneses, como son el aeropuerto o Rodalies. Hay una frase rotunda: “Lo queremos todo”. Es decir, ERC contempla el gobierno como una cuestión de poder puro y duro y desea tener cuanto más mejor, sin necesidad alguna de explicar para qué quiere ese poder, más allá de para nombrar cargos que tengan nóminas jugosas.

De ahí que ya no esté tan claro para qué quieren lo que dicen que quieren. A no ser que, en realidad, no lo quieran. Lo que de verdad les gusta es pedir y hacerse los ofendidos con reclamaciones perpetuas. Mientras haya algo que pedir, siempre se podrá acusar al contrario de injusta cicatería. Y, si no, siempre se puede inventar una nueva petición.
Por ejemplo, un referéndum. El caso es parecer desairados y ofendidos. Que aparte de querer el mando --no saben para qué-- quieren muchas cosas, resulta evidente al tratar el aeropuerto de El Prat. A la pregunta de cómo sería ese aeropuerto, dado que ERC se ha pasado los últimos meses diciendo una cosa y la contraria, la respuesta de la doña es diáfana: primero que se traspase. A lo sumo, la consejera es capaz de precisar que contempla un sistema de “país”, y “catalán”, por supuesto, expresiones que suenan bien y soberanas. ¿Significa esto cerrar Sabadell? ¿Qué papel le toca al de Alguaire? ¿Seguirán las subvenciones a compañías de turismo de miseria? ¿Se ampliarán las pistas para poder operar con mayor facilidad en vuelos transoceánicos? Eso ahora no toca, primero el traspaso, todo lo demás se verá (o no se verá) por añadidura.

La misma ambigüedad con Rodalies. Primero el traspaso y luego el modelo. Y el traspaso, integral. ¡Faltaría más! Mientras, Renfe ha tenido que encargar trenes porque el Gobierno catalán no acababa de ponerse manos a la obra. ¿Qué piensa el actual gobierno catalán del desdoblamiento total o parcial de la línea del Maresme? ¿Qué funciones tendría la estación de França? ¿Hay que seguir con las obras sempiternas de Sagrera y acometer a la vez la reforma pendiente de Sants? ¿Se prevé o no el túnel de Horta? Y en caso afirmativo, ¿ferroviario, para coches o mixto? Y el paso por l’Hospitalet, con dos décadas de retraso, ¿se soterra y se hace una estación en la Torrassa o no se hace? ¿Con qué dinero?

Minucias. ¿Qué son todas estas cosas comparadas con la inmensidad que representa la independencia? Eso sí que es importante y, en su defecto, poder nombrar los cargos oportunos, que hay mucha gente apuntada al partido esperando vivir de una nómina pública y segura. ¿El modelo? Ferrocarrils de la Generalitat, una empresa que tiene tantas deficiencias de trazado y funcionamiento como Rodalies, pero cuyos problemas no salen en TV3, de modo que puede ser presentada como casi perfecta. Por cierto ¿se recuperó el dinero de los planes de pensiones ilegales que se hicieron a montones de directivos de FGC, casualmente todos ellos con estelada en la solapa?

De momento, lo verdaderamente palpable y contrastable es que la gratuidad de las autopistas (no todas, las de la Generalitat siguen siendo de pago) ha contribuido bastante a sembrar el caos en las carreteras sin que el Ejecutivo que preside Aragonés parezca saber cómo atajarlo. Dice la consejera que la solución pasa por conseguir que haya menos coches en las carreteras. Pues no parece que eliminar los peajes sea la solución más indicada para eso. De momento ha supuesto lo contrario: llenarlas.

Y eso de eliminar los peajes tiene padrinos. Hay fotos de un tal Oriol Junqueras (también conocido como “el fraile” porque cuando habla es o para pedir o para abroncar a pecadores o para ambas cosas) plantado ante las garitas de las autopistas que ya no se pagan reclamando la supresión de las barreras. Que se sepa, no ha sido capaz de reconocer que la medida ha tenido consecuencias que, como poco, eran indeseadas. Y es que, probablemente, lo único que de verdad lamenta es que se ha quedado sin un motivo de queja. A este paso, como las inversiones que se están haciendo en Rodalies funcionen y mejoren el servicio, Junqueras no va a tener más remedio que encomendarse a los CDR, esos muchachos que para conseguir mejoras se dedican a cortar las vías. Y ahí sí que va a tener un serio enfrentamiento con Junts, organización que hasta ahora ha conseguido casi monopolizarlos.