Seguramente muchos de nosotros no nos hemos fijado en el buzón modernista que en 1902 diseñó el arquitecto Lluís Domènech i Montaner. Una piedra de mármol blanco tallada con diversos relieves esculpidos por el maestro escultor Alfons Juyol, que está ubicada en la parte derecha de la entrada de la Casa de l’Ardiaca. Una antigua casa que guarda entre sus paredes gran parte de la historia de nuestra ciudad. Está situada al lado de la catedral, en la calle de Santa Llúcia, en pleno barrio Gòtic, y muy cerca del Ayuntamiento.
La piedra que hace de buzón representa una alegoría a la justicia. Tiene esculpidas unas golondrinas que encarnan el ideal de la imparcialidad, unas hojas de hiedra que dan a entender los obstáculos y lo tortuoso de la burocracia y en su parte baja una tortuga, como significado último de la lentitud de la justicia. El simbolismo del buzón realizado por Domènech i Montaner no fue en su día del agrado del Colegio de Abogados de Barcelona, que había trasladado su sede el año 1895 a este edificio. Pese a ello, se ha conservado en buen estado hasta nuestros días. Por otra parte, desde hace muchos años, existe la creencia popular de que trae la buena suerte si le frotas el caparazón, motivo por el cual se puede ver tan desgastado.
La tortuga era el símbolo de la antigua ciudad griega del Peloponeso, así como de la buena fortuna. Además, los chinos creían que estos animales pronosticaban el futuro llevando el mundo en sus espaldas.
Sin embargo, en contraposición con la buena suerte, no muy lejos podemos contemplar el puente diseñado en 1928 por Joan Rubió i Bellver –de un estilo gótico falsete–, que une la Generalitat con la Casa dels Canonges. El famoso arquitecto Le Corbusier puso cara de póker al verlo en una de sus visitas a Barcelona. Si miramos hacia arriba en el centro, veremos una calavera atravesada por una daga: un simbolismo macabro que el arquitecto realizó para mostrar su descontento con las autoridades de su tiempo. Un misterio que hace, según la leyenda, que traiga mala suerte a quien la observe mientras cruza el puente.
La recomendación, si hacemos caso a los dichos populares, es decididamente aconsejar a nuestro consistorio la suerte de la tortuga. Porque dada su proximidad con el Ayuntamiento les sirva para paliar la soledad que acarrea gobernar en una minoría con 10 concejales de 41, evitando las previsibles derrotas en los plenos. Esperando, claro está, que no conlleve la lentitud que caracteriza a este animal en la toma de decisiones, ya de por sí difíciles de llevar a cabo. Del mismo modo, en la medida de lo posible, advirtiéndoles que al pasar por debajo del Puente dels Canonges, eviten en todo momento mirar arriba. No vaya a ser que la calavera haga de las suyas. La tortuga tiene que cumplir en este aspecto su misión, trayendo la buena suerte que la calavera les pueda quitar.
Hay que decir, por último, que la hendidura del buzón servía única y exclusivamente para introducir las cartas, y que cualquier parecido con la hendidura de la Boca de la Verdad, que se encuentra en la iglesia de Santa Maria de Cosmedin en Roma, es mera coincidencia. Porque en esta última, según la leyenda, quien mentía perdía la mano al introducirla en la boca. Lo cual aquí no es el caso. Por descontado hay que pensar que a alguno de nuestros mandatarios, si esto fuera así, no le haría ninguna gracia.