Un caso detrás de otro. Metrópoli ha informado de ello. Las escuelas concertadas de Barcelona lo tienen mal. No es su momento. A la que una escuela pierde un niño o una niña, a la que no cumple con la ratio requerida para P-3 o P-4, y con un margen de un año para poder resarcirse, se le retira el concierto, con lo que la situación económica se agrava y obliga a pensar seriamente en el cierre. ¿Cosas de los nuevos tiempos, de la baja natalidad? Sí y no. Hay también una clara decisión política por parte del Consorci d’Eduació de Barcelona (CEB), formado en un 60% por la Generalitat y en un 40% por el Ayuntamiento de Barcelona. Se trata de una condena ‘política’ de las escuelas concertadas, pero no todas, claro, sino las más pequeñas, las que no tienen una gran protección, ni empresarial ni socialmente.

La filosofía podría ser compartida. Hubo en su día escuelas concertadas en barrios populares, que realizaban un papel necesario, ante la falta de escuelas públicas y ante la escasez de inversiones públicas en determinadas zonas de Barcelona. Si no había apenas nada, la pequeña escuela concertada era el paraíso que muchas familias elegían para escolarizar a sus hijos. Con la llegada de la democracia, con las inversiones públicas, de ayuntamientos y del Govern de la Generalitat, la oferta fue mayor. Y las cuantías que esas familias pagaban se consideraron excesivas. Si ya hay una escuela pública en cada esquina –es un decir—para qué mantener los conciertos a las concertadas.

Pero nadie ha explicado que esa sea la voluntad de la administración. Nadie ha debatido que las concertadas sobran y que hay que apostar por la escuela pública. Y nadie ha transmitido a esas familias que los conciertos se han acabado y que los profesores que trabajan en esas escuelas ya deben preparar las maletas. Lo que se hace es una apuesta ideológica de tapadillo.

Hay menos niños y niñas. Es verdad. El descenso demográfico es una evidencia. Y con ese argumento se justifica el cierre de un colegio con más de 84 años de historia en Barcelona, el Sagrat Cor de la calle de Ribes. Ha habido otros cierres. El año pasado lo hizo el Nostra Senyora del Carme. Y en los últimos años, desde 2018, han hecho lo propio el Sant Vicenç de Paül, la Griselda, la Sant Joan Baptista, la Roig Tesàlia o la Mary Ward.

Pero pesa más el factor ideológico. En muchos casos, las escuelas luchan por completar la ratio exigida para P-3, o para P-4. Les falta uno o dos alumnos. Es el Consorci es que los debe enviar a una determinada escuela. Ejerce de filtro, sin que las escuelas puedan realizar matrículas de forma directa. Y el Consorci elige que una escuela pública pueda añadir dos o tres alumnos, aunque ya tengan la ratio exigida. Eso implica que las concertadas que necesitan esos alumnos puedan perder el concierto. Poco a poco, en cuestión de dos o tres años, cuando las pérdidas económicas ya no se puedan asumir, esas escuelas deberán cerrar. Objetivo cumplido por parte del Consorci, que está en los últimos años en manos de la izquierda, de los comunes y de Esquerra Republicana, en el caso del departamento de Ensenyament de la Generalitat.

Esa es la realidad. Lo que sucede es que el peso no se coloca con la misma intensidad en todas las escuelas concertadas. El 70% de ellas forman parte de la Fundació Escola Cristiana de Catalunya (FECC). Y aunque éstas pueden perder alguna línea educativa, pueden hacer frente a ese descenso de recursos. El objetivo no es cerrar las escuelas cristianas, aunque éstas puedan tener la impresión de que sí lo es. La verdadera diana se coloca en las pequeñas escuelas concertadas que no tienen detrás grandes patronales. Las que se agrupan, entre otras entidades, en la Federació Catalana de Centres d’Ensenyament (FECACEN).

También se ha producido otro fenómeno. La crisis de 2008 supuso un cambio notable de hábitos y de prioridades para muchas familias. Y la idea de pagar –aunque se trata de cifras modestas—por la educación se considera prescindible si hay escuelas públicas cerca de casa. La mayor demanda de esas plazas, ha llevado a las concertadas a perder alumnos. A pesar de que esas escuelas entienden esa transformación de fondo, con lo que no contaban es con una política deliberada del Consorci d’Educació de Barcelona. A la menor oportunidad, intenta que esas escuelas no alcancen los ratios exigidos. Y los conciertos se van retirando.

Se podrá estar a favor o en contra. Los partidos políticos están para defender modelos, con claridad, sin ambigüedades. El problema de fondo es que nadie está explicando que sé pretende hacer. Y se aplica una política de hechos consumados, ante la desesperación de una parte importante del sector educativo.