Trabajé 20 años en un ente público de la Generalitat de Catalunya. Durante todo ese tiempo, dos o tres veces vino a pasar revista nuestro «conseller» de turno. Entonces, mandaban retirar todos los carteles de los sindicatos, que eran sustituidos por carteles institucionales; mandaban limpiar las mesas de expedientes y otros papeles, como si tuviéramos que simular que no teníamos trabajo; nos insistieron muchísimo en que fuéramos peinados y duchados y nos ordenaron no decir ni mu.

Una vez, el señor Pujol, quien fuera presidente de Banca Catalana, realizó uno de esos paripés y pintaron el pasillo que llevaba de la entrada hasta la sala de actos para que se llevara una buena impresión. No vio otra cosa que el pasillo, claro, porque el resto de las oficinas continuaron igual de cochambrosas que de costumbre. Me cuentan algunas amistades que hoy todavía se prosigue con esta extraña tradición. Puro teatro, no sea que el «conseller» de turno se dé de narices con la realidad y sufra un síncope. Mejor mantenerlo ajeno a la realidad, donde es más feliz. 

Pero entonces pasa lo que pasa. Mientras se aprueban 1.347 millones para alimentar la maquinaria de TV3 durante tres años, el Hospital de la Vall d’Hebron, hospital de referencia del sistema sanitario público catalán en general y de Barcelona en particular, anuncia que prescindirá de centenares (sic) de trabajadores, cerrará plantas y alargará todavía más las listas de espera porque le han quitado 33 millones de euros del presupuesto. ¿Esto es demagogia? Sí, esos 1.347 millones son demagogia pura, de diccionario, porque ayudan a crear un pasillo pintado y nos apartan la vista del cochambroso estado del resto del país.

Digo esto porque el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) ha publicado hace poco "El salari de referència Metropolità de Barcelona 2023", un informe muy interesante. Lo tienen publicado en la Red en formato PDF. El salario de referencia metropolitano (SRM) es un indicador que mide el nivel mínimo de ingresos a partir del cual "una persona trabajadora y su familia pueden vivir dignamente". Mide los costes en nueve clases de productos y servicios: alimentos y bebidas, limpieza e higiene personal, coste de la vivienda, gastos corrientes de la vivienda (agua, gas, electricidad, etc.), transporte, gastos personales y ocio, ropa y complementos, educación y un pequeño ahorro que permita hacer frente a gastos extraordinarios. 

El resultado es que el SRM medio ponderado en el AMB es de 1.515,73 euros por persona y mes. El SRM ha subido un 5,5% este último año, y alrededor de un 49% desde 2016, que se dice pronto. Es una cantidad variable; en Barcelona ciudad es un 8% más alto, por ejemplo. También depende del tipo de familia. El SRM máximo sería el de una persona sola con hijos a su cargo en la ciudad de Barcelona, que saldría por 2.650,52 euros.

El coste de la vivienda es el protagonista, pues supone más del 45% del SRM si se considera una hipoteca, pero bastante más si hablamos de un alquiler, y de alquiler viven mayoritariamente las familias con menos recursos. La cuantía mínima (ojo, mínima) destinada a una vivienda para una persona sola en 2023 en la ciudad de Barcelona fue de 947 euros. En general, todos los costes asociados a la vivienda son un 7% más caros en Barcelona que en el resto del área metropolitana y en un año han subido más de un 8%. La vivienda es, ahora mismo, el gran problema irresoluble de varias generaciones de barceloneses.

Otro dato es mucho más preocupante y debería hacernos reflexionar. De media, un 45% de los barceloneses no llegan a ingresar ese SRM que les permitiría «vivir dignamente». Analizando las tipologías de familias, un 73% de los adultos que viven solos con niños a su cargo, un 57% por ciento de las personas que viven solas o un 49% de las parejas sin hijos ingresan menos dinero al mes que ese salario de referencia. En pocas palabras, la mitad de los habitantes de Barcelona pasa apuros para llegar a finales de mes, tiene que ahorrar en la comida, no puede permitirse un capricho ni irse de vacaciones ni afrontar gastos imprevistos.

El Estado del Bienestar, que está para que estas situaciones no se conviertan en una tragedia, ha sido sistemáticamente destrozado en los últimos años por gentes que mandan pintar los pasillos por donde pasará el jefe. ¿Cuántos y qué candidatos electorales hablan en serio de vivienda social, sanidad pública, educación o servicios sociales y dejan de marear la perdiz con zarandajas? Pues ya está todo dicho.