Parecía un imposible, pero Jaume Collboni lo ha vuelto a hacer. Ha abierto las puertas del consistorio barcelonés al ejército español. La cosa no se veía desde tiempos de Maragall alcalde y han pasado años y ha llovido mucho, bueno o no tanto, porque han pasado Joan Clos, Jordi Hereu, Xavier Trías y Ada Colau. El alcalde ha abierto las puertas al Regimiento Barcelona 63 que esta semana se ha incorporado, nada más y nada menos, a la fuerza de paz situada en la frontera entre Líbano e Israel. Fuerza de paz más que nunca porque la zona dista mucho de ser tranquila y las hostilidades entre Hezbolá y el ejército hebreo están subiendo de forma exponencial. 

La guerra está más presente que nunca, por lo que el gesto del alcalde tiene más importancia que nunca porque los 128 efectivos de este regimiento, que lleva Barcelona en su nombre, estarán más que expuestos. “Un acto de normalidad institucional y democrática”, dijo Collboni. Y así debe ser. Cierta izquierda siempre se ha puesto muy ufana en contra del ejército y no digamos el independentismo, que los cataloga como fuerzas de ocupación. Recuerden los aspavientos de la alcaldesa con el estand militar en el Salón de la Enseñanza. 

Sin embargo, el ejército de hoy es otra cosa. Cierto que hay extremistas de extrema derecha, puramente fascistas, que llaman a la aniquilación de independentistas, socialistas o comunistas para imponer un pensamiento único sobre un modelo de patria, más patriotero que patriota. Pero también cierto que son minoritarias y testimoniales. En este ejército también hay unidades como la UME -Unidad Militar de Emergencia- que es el maná que llega para dar soluciones a los que lo están pasando mal, o los que se juegan la vida en latitudes donde la violencia es el pan nuestro de cada día. 

Los militares que se han desplegado en el Líbano no van a tener la vida fácil. Y la pueden perder porque ser casco azul no es garantía de nada. El Regimiento Barcelona 63 y su batallón Catalunya -algunos se habrán quedado desubicados con el nombre- estarán a la altura, no tengo ninguna duda, en una escalada bélica alarmante. No se van de vacaciones. En los últimos días, Israel ha atacado un complejo de fuerzas de élite de Hezbolá a siete kilómetros de la frontera y han bombardeado un centro de mando de las fuerzas chiíes a 20 kilómetros de Israel. El ataque de Israel a Siria que acabó con la vida de varios comandantes de las fuerzas iraníes ha puesto la guinda en una tensión desmedida. 

Esta situación bélica es lo que pone en valor la recepción del alcalde de Barcelona a esta unidad. Lo hizo de la mano del Delegado del Gobierno, Carlos Prieto, y del responsable de Seguridad del Ayuntamiento, Albert Batlle. Todo un mensaje y todo un gesto enmarcado en una política de gestos que marcan un nuevo estilo en el Ayuntamiento barcelonés. La oposición no le aprobó los presupuestos, pero muestra su incapacidad y su impotencia. Trataron de bloquear la ciudad tumbando los presupuestos, pero Collboni ha ido trufando su gestión con gestos. Instalándose en los barrios y escuchando a la sociedad civil, mejorando la recogida de basuras, limpiando las fachadas de pintadas, recuperando agua freática para que Barcelona no parezca un desierto por la sequía y actuando con decisión para mejorar la seguridad. 

Si el plan de Colau era hundir a Collboni, creo que no se ha dado cuenta que la piedra en el cuello la tiene ella. Las magníficas expectativas electorales de los comunes -es una ironía- en las autonómicas pueden señalarle el camino de salida de la política. Dijo que no venía para quedarse y no se va ni con agua hirviendo. El 12 de mayo puede ser aceite, que es peor. Hasta Xavier Trías lo ha entendido. Se ha desmarcado de cualquier invento en la moción de confianza y sigue apostando por el entendimiento y por el debate municipal. El exalcalde se va con la mano tendida. Colau se irá dando un portazo y airada. Collboni, mientras tanto, sigue ejerciendo de alcalde con gestos. Recibir al Regimiento Barcelona 63 fue una gran idea porque, aunque haya indeseables, el ejército es una institución democrática. La más apreciada por la mayoría de la ciudadanía, CIS dixit.