No me gusta el fútbol. Jugarlo, poco, porque tropiezo con el balón y no acierto a darle una patada comme il faut. Verlo me aburre soberanamente, qué le vamos a hacer. En cambio, el calcio tradicional de Florencia considero que es muchísimo más divertido de ver, aunque sea un espectáculo un poco bestia. Un poco, no; muy bestia. El rugby me gusta más, y tiene mérito que me guste, porque nunca he acabado de comprender las reglas. Pero el fútbol… Es verdad que los amigos que se reúnen el fin de semana para echar un partido se lo pasan bien, pero se lo pasan mejor después, en el bar. También se lo pasarían bien en una excursión o jugando al corre-corre, porque lo de menos es la excusa y lo importante, divertirte y compartir un rato con ellos.
Ahora bien, sería idiota negar su éxito como espectáculo. La prueba está en que el fútbol mueve millones, muchos millones de euros y petrodólares. Tantos y tantos millones que los escándalos de corrupción se suceden en todas partes y van desde las alturas de la FIFA hasta las particularidades de la Federación Catalana de Fútbol o los intríngulis del Barça, que es el equipo de Barcelona que todavía sigue en la Primera División, si no me equivoco. Por lo poco que sé y me importa, creo que han pagado a no sé quién de los árbitros una burrada de dinero durante un montón de años y me han dicho que su situación financiera es un verdadero desastre, a la que sumar una contabilidad llena de trampantojos y pirulas. A ver cuándo un jeque árabe, un jerarca chino o un mafioso ruso se hace con el club, que sería lo propio. Tiempo al tiempo. Seguro que entonces alguno se lleva una buena comisión. Como dice el refrán, el fútbol es asín.
Tan asín… Antes de que me señalen, les advierto que la RAE admite "asín" como adverbio, aunque lo considera vulgarismo. Como iba diciendo, el fútbol es tan asín que también reúne a lo mejor de cada casa. Me refiero, claro está, a algunos grupos de percebes y paparulos. Son aquellos que, por ejemplo, se reúnen ante las puertas de un juzgado para dar gritos de ánimo a un futbolista que ha defraudado a Hacienda quince millones de euros. Te roba y encima le aplaudes, bravo. Luego están esos energúmenos que transforman un partido que promete emociones en otro que la policía denomina "de alto riesgo".
El otro día, el Barça perdió más de setenta millones de euros en un partido contra el París Saint-Germain en el antiguo Estadi Olímpic. Era un partido "de alto riesgo". El público esperaba a que llegaran los franceses para meter bulla, encendieron unas bengalas, montaron un pollo tremendo y con el humo no se veían ni su propia mano. Vieron llegar a un autocar entre la humareda. Sin pensárselo dos veces, arrojaron piedras y botellas contra el vehículo. Resultó que era un autocar del Barça. "Es que, con tanto humo, no sabíamos quiénes eran", dijo uno. A ver, caballero, que lo malo no es apedrear un autocar de tu propio equipo, que lo malo es apedrear un autocar, sea de quien sea. Madre mía, cuánto burro suelto.
Los viajeros de ese autocar eran algunos técnicos de la plantilla del club y algunos directivos. En una grabación de vídeo, uno de los pasajeros comentó a otro: "Yo creo que se pensaban que éramos del PSG". El otro le contestó: "Sí, sí, seguro, seguro… Si han tirado piedras…". Aunque igual, los aficionados sabían lo que se hacían y sí que apedreaban a los directivos del Barça, por su magnífica gestión económica. O tal vez el cabreo fue premonitorio, quién sabe.
La derrota ante los franceses implica que el club dejará de ingresar más de setenta millones de euros. ¿Se han fijado? ¡Con qué alegría hablamos de setenta millones en el fútbol! Con ese dinero acabamos con los recortes en dos de los grandes hospitales públicos de Barcelona; Vall d’Hebron y Bellvitge, por ejemplo. Pero los recortan y nadie dice ni mu. De los millones del Barça se habla mucho, de los que no llegan a la sanidad pública, bien poco.
Por otra parte, lo de apedrear autocares es una costumbre indígena. Ahora que llega el verano, quizá los chicos de la CUP vuelvan a apedrear autobuses de turistas, como han hecho otros veranos. Sí, el turismo masivo trae muchos problemas consigo, pero ¿se arreglan tirando piedras a un autocar? El Barça es como Catalunya en pequeñito, ¿o era al revés?