Somos un país de enfadaditos y nos encanta mezclar churras con merinas. Por si no queda claro en este cóctel descubrimos que queremos ser una ciudad provinciana y no una capital cosmopolita. Digo esto a cuento de una última polémica que se ha desatado en la ciudad en contra del evento promocional de la Fórmula 1 que se realizará en el centro de Barcelona. Según los que pretenden empequeñecer la economía y la ciudad, alias los comunes, el evento "es contradictorio con la lucha contra la emergencia climática, la pacificación del espacio público y perjudica los esfuerzo para reducir la masificación turística".
La afirmación arranca una sonrisa porque poco tienen que ver una cosa y otra. Barcelona corre el riesgo de perder la Fórmula 1 en favor de Madrid. La actitud del consistorio --otrora-- y de la Generalitat dejaron a Montmeló a pies de los caballos. Ahora, Jaume Collboni parece estar dispuesto a dar la batalla en defensa de este evento que apoya una industria, la del motor, de la que viven miles de ciudadanos, que pone a Barcelona en el mapa mundial y que atrae a miles de aficionados.
Los detractores hablan de masificación turística. Pues bien, centenares de establecimientos de la hostelería y la restauración se benefician de Montmeló, incluyendo la vecina Montornès del Vallès, gobernada por los comunes. Miles de trabajadores encuentran empleo al albur de este macro acontecimiento. El Road Show es un espectáculo promocional y así se debe contemplar que poco tiene que ver con la movilidad sostenible y la contaminación. Hay que mirar de frente para ver el futuro. Mirarse el ombligo no es una opción.
Y cierto que atrae turismo. Viajar, como hace Colau a México, es bueno porque se ven otras cosas. París, Londres, Viena, Praga, Roma, y un sinfín de ciudades europeas pueden ser visitadas por miles de personas gracias a la democratización de los precios que ahora hacen asequible lo que antes era imposible. Viajar, conocer y aprender no es malo. Cierto que hemos de trabajar por mejorar y hacer más digeribles los flujos turísticos, pero luchar contra el turismo es toparse con la realidad. Quizá esto no lo ven los que nunca viajan y se creen que haciendo peatonal una calle el fin de semana han logrado un hito mundial.
Estoy a favor de una mejor movilidad, consensuada si puede ser, y de reducir la contaminación y la velocidad de los vehículos. También que patinetes y bicicletas respeten las mínimas normas cívicas, cosa que no hacen en buen número, o que se mejore el transporte público. Pero estar a favor de estas cuestiones no me impide defender un evento como la promoción de la Fórmula 1 porque es bueno para la ciudad, para Catalunya, para la industria y para el empleo. Quiero una ciudad abierta, no una ciudad malhumorada que veta no solo a los turistas sino a los que no viven en Barcelona. La ciudad es de todos. Ni de los comunes ni de las entidades que se han quejado al Síndic de Greuges, algunas de las cuales tienen una representatividad manifiestamente mejorable. Que por cierto, pocos conocen.