Cerrado el centenario y tradicional Forn Ginebra en el Eixample, será sustituido por una empresa francesa especializada en producir baguettes. Su nuevo propietario, Hugo Laroche, afirma que “la tradición es lo más importante” y que “la baguette francesa hasta ahora no se podía degustar en Barcelona”. Sin embargo, según la web de viajes estadounidense Tripadvisor, en el Eixample se concentran, desde hace años, las diez mejores panaderías donde se encuentran baguettes. Tendentes a la exageración y a la grandeur (aires de grandeza) desde Napoleón y De Gaulle hasta el actual primer ministro francés, Emmanuel Macron, proclamó y definió la baguette como “250 gramos de magia y perfección en nuestra vida cotidiana”. Fue el año pasado, cuando la UNESCO declaró la tte francesa como patrimonio cultural inmaterial, símbolo de la cultura y gastronomía del país vecino, incluyendo su proceso de fabricación.
Derivada de un pan nacido en Viena a mediados del siglo XIX, la baguette de pain (barra de pan) proviene del italiano bacchetta, con el mismo significado. En Madrid se le llama pan de pistola, porque mata el hambre. En Euskadi también, además de sopako, porque una vez seca sirve para las sopas de ajo de autor. En Catalunya, barreta… En todo caso, es una “pieza de pan estrecha y alargada”, según la RAE. No añade que tiene varios cortes longitudinales y los extremos redondeados. Aunque, como tantos inventos franceses con chic y glamour, la baguette se ha introducido, mejor o peor pronunciada en Barcelona y resto del mundo.
El plan de Laborde Marcet es abrir cuatro panaderías en el Eixample porque “es una ubicación perfecta para mantener la tradición panadera, con mucha vida y donde su vecindario está muy unido al comercio local”. Es otro inversor de la fiebre por el pan que inunda Barcelona de franquicias. Y, al parecer, ignora que en 300 metros de la calle Balmes se cuentan nueve franquicias de panaderías de marcas que combinan la venta de pan con la cafetería. O que entre las calles Girona y Consell de Cent se cuentan otras cinco. Ninguna de ellas tradicionales, sino al contrario.
Hay censados en Barcelona 17.876 franceses, cifra que se ha multiplicado por cinco en los últimos veinte años. Estos galos con primera residencia en Barcelona acaparan el 50% de las compras de viviendas de lujo en la Costa Brava, según datos inmobiliarios. Y los franceses residentes allí, que se fueron cuando la pandemia, volverán y encarecerán más la vivienda. Por su parte, la Cámara de Comercio Francesa de Barcelona agrupa a más de 500 compañías, muchas de ellas marcas potentes y mundialmente famosas, y 20.000 profesionales franceses y españoles. Fundada en 1883, es ahora un privilegiado centro de networking en Catalunya.
Olvidadas la guerra del francés y Napoleón, en Catalunya, siempre se ha dicho que si el Timbaler del Bruc se hubiese tocado los cojo… en lugar del tambor, los catalanes seríamos franceses. Quizá por aquello, ahora la baguette se impone al pa, barrot y las rodes de pagès, al de crostons (el de Dalí), al llonguet, al de ronyò, al de galet, al de bagassa (prostituta) y al de monja, entre otros panes antes tradicionales y diferenciales.