El dramaturgo Luigi Pirandello escribió: “Los hechos son como los sacos: si están en pie vacíos no pueden tenerse en pie”. De momento, una tercera sentencia judicial ha derrumbado a la frustrada actriz Ada Colau, su saco de mentiras, su ideología vacía, su personalidad hueca, sus estropicios y sus delirios verdes cometidos en el Eixample. En la nueva sentencia, la magistrada deja claro que los llamados ejes verdes “no se ajustan a derecho”. En consecuencia, el Ayuntamiento ha sido condenado “a reponer en su ser y estado… el vial y el cruce afectados por el acto administrativo”. Es decir, que los atentados urbanísticos de Colau y sus cómplices necesarios los pagará otra vez la ciudadanía, que ya los costeó cuando se cometieron. La traicionera respuesta de la resentida exalcaldesa y concejala sin cartera es que sus creyentes y paniaguados aticen bajo mano rebeliones y revueltas contra el alcalde Collboni en el Eixample.

Fiel a su primera amenaza como alcaldesa: “Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas”, intentó engañar a los barceloneses y a la Justicia tramitando como ordinarias unas obras que no lo eran, desobedeciendo, de paso, el Plan General Metropolitano. Y lo realmente injusto es que Colau, su corte de fanáticos y los autores “intelectuales” de la serie de crímenes contra el Eixample no paguen de su bolsillo y de sus salarios públicos los millones malgastados en destruir y mal urbanizar lo que ahora tocará deconstruir y reconstruir otra vez a cargo del contribuyente.

Cuando Colau y los restos de su casta viven su irrefrenable ocaso, se comprueba su fracaso como estudiante, como artista, como activista y como política. Además de como navegante, porque no ha conseguido ni embarcar hacia tierras de terroristas en el buque de su amigo Oscar Camps, fundador del Open Arms, quien ha recibido cuantioso apoyo económico del Ayuntamiento gracias a su amistosa relación con la alcaldesa. Ambos se inventaron el demagógico negocio del “volem acollir” (queremos acoger), consistente en repartir dinero público a los presuntos acogedores y dejar abandonados a su mala suerte por las calles, abocados a la indigencia y sin techo a sus mal acogidos.

Quienes dan por enterrados los ocho años negros de colauismo no calcularon que sus consecuencias son más años de abonar los desaguisados perpetrados y sus asuntos legales pendientes. La mayoría de ellos por la vanidad de vanidades de una activista endiosada, con un ego enfermizo y unas obsesivas ansias de protagonismo ejercidas con la arrogancia propia de su ignorancia. Si en lugar de presumir de saltarse clases en la universidad pública que le pagaban los contribuyentes hubiese aprendido algo útil para la sociedad, sabría que el fabulista griego Esopo advirtió: “Si te alabas a ti mismo, serás simplemente objeto de la burla, sobre todo de los que mejor te conocen”. De ahí que todos los socios que mejor la conocen y les ha mendigado cargos huyan de ella y de su gafe. Afortunadamente, mañana es día de reflexionar. Y el domingo toca ajuste de cuentas en las urnas.