Mucho predicar sobre el apocalipsis del catalán. Mucho mentir sobre el catalán. Mucho malgastar en el negocio del catalán. Mucho vividor y enchufado del catalán. Mucha plataforma ultra por el catalán. Mucho comisario, inspector, espía, delator y censor del catalán. Mucho fracaso escolar del catalán… Y ninguna autoridad del catalán se ha percatado ni ha previsto nada para celebrar que se cumplen 120 años del Premio Nobel otorgado en 1904 a Frederic Mistral (Maiano, Provenza,1830-Marsella,1914). 

Aquel primerizo Nobel le fue concedido “en reconocimiento a la fresca originalidad y la inspiración verdadera de su producción poética, que refleja fielmente el paisaje natural y el espíritu nativo de su gente, además de por su significativo trabajo como filólogo occitano”. Algo que reventó los sesos y las entrañas de partidarios y fanáticos del buen escritor Àngel Guimerà, que no tuvo la culpa de nada. Aquel rencor perdura hasta la actualidad en la máquina subvencionada de falsificar historia llamada Institut Nova Història. La que sostiene que Colón, Cervantes y hasta Shakespeare fueron catalanes. Así, sin sentido del ridículo y sin vergüenza.

Para mayor odio sin perdón de los sectarios de entonces y de ahora, Mistral compartió aquel Nobel con José Echegaray (Madrid, 1832-1916), el más grande matemático español del Siglo XIX, ingeniero, economista, financiero, ministro de fomento, liberal y revolucionario, además de dramaturgo. Y para más inri, traductor al castellano del mítico drama Terra Baixa (Tierra baja) de Guimerà, así como de sus Maria Rosa y La hija del mar, que han tenido gran éxito y estima fuera de Catalunya. El olvido de tan señalada fecha cultural puede deberse, seguramente, a que otras entidades e instituciones culturales dedicadas, en principio, al fomento y conservación de la lengua catalana se han pasado a la política, desprestigiando así, la lengua y la política.

Cierto es que se conmemoró el centenario de la muerte de Mistral en 1914, aunque como casi siempre y casi todo en Catalunya, fue el fúnebre y lacrimógeno recordatorio de una desgracia, justo cuando comenzaba la tragicomedia del proceso. Pero la influencia de Mistral en la Reinaxença occitana y catalana y los escritores del siglo XIX fue trascendental. Porque se relacionó con nombres tan señeros como Jacint Verdaguer y Víctor Balaguer entre la flor y nata literaria, filológica y cultural de su tiempo.

En Barcelona hay recuerdos de su importancia. Un monumento en la avenida que lleva su apellido. Otro en Montjuïc, otro en la Ciudadela, una panadería popular por sus ensaimadas y un prestigioso centro pedagógico en L’Hospitalet de Llobregat, según el culto y ameno blog Barcelonaenhorasdeoficina. Mucho más lejos, el asteroide 5033 se llamó y llama Mistral en su honor. Y la poetisa, profesora y diplomática chilena Lucila Godoy Alcayaga tomó su apellido por pseudónimo, siendo laureada con el Nobel de 1957 como Gabriela Mistral. Los presuntos defensores de la lengua catalana o no lo saben, o no se enteran o no se acuerdan. O estas tres cosas a la vez y otras peores.