Junts per Catalunya y el movimiento independentista, en general, sigue con un latiguillo, que sirve ahora para alertar sobre la posible investidura del socialista Salvador Illa: que no haga “un nuevo Collboni”. Se trata de recordar que Jaume Collboni fue elegido alcalde, --se cumple un año de las elecciones municipales— gracias a una alianza singular: los votos de los comunes y los del PP. Se escandalizan, porque no pueden entender que Collboni se apoyara en la izquierda y en la derecha para impedir la alcaldía de Xavier Trias, que ganó los comicios, aunque solo con un concejal más que el PSC. En todo caso, es cierto, ganó y pudo haber sido alcalde, Pero no lo fue.
Las cosas han cambiado en los últimos meses. Junts per Catalunya ha jugado sus bazas en el Congreso y sus siete diputados fueron clave para la investidura de Pedro Sánchez en el Congreso. Si no se quería al independentismo, el PSOE abrazó a Puigdemont para asegurarse la presidencia del Gobierno. Y, a cambio, impulsó la ley de amnistía. Es la política. Es el juego de las mayorías y minorías y las necesidades de acuerdos. Se puede criticar y pensar que se podría haber optado por otra solución. Pero se tomó ese camino.
Eso no invalida, sin embargo, lo que se hizo en Barcelona previamente. Facilitar la alcaldía de Xavier Trias hubiera significado un poder real y muy visible del independentismo en una ciudad global. El caso es que Trias protagonizó una campaña electoral sin apenas mencionar la causa independentista, y con una lista plagada de ex altos cargos o ex consejeros con pasado convergente. Quería Trias dar la impresión que podía volver la Convergència de siempre, y que podía ser una verdadera alternativa a los comunes de Ada Colau. Muchos barrios en Barcelona escucharon su propuesta y se inclinaron por su papeleta. Hubo muchos electores que, después, en las elecciones generales del pasado mes de julio, votaron al PP. Eran, por tanto, votantes que aspiraban a la moderación y a que Trias supusiera el fin de la Barcelona de Colau.
Por eso no se entiende ahora el enamoramiento de Trias por Puigdemont. Si quiso alejarse de esa idea rupturista, y de esa quimera que se identifica con el ex presidente de la Generalitat, si se presentó con aires del convergente de siempre, ¿ahora es el máximo defensor de Puigdemont, que ha sido uno de los grandes responsables de la aventura a ninguna parte que protagonizó el independentismo desde, por lo menos, 2015 y que culminó en 2017?
Trias ha pedido a Puigdemont que siga siendo el líder de JxCat, aunque no consiga ser presidente de la Generalitat. Trias cree que el partido –todavía un movimiento—necesita el liderazgo de Puigdemont. Lejos de señalar que ha pasado su tiempo, que debería dar un paso al lado, y que Junts debería reorganizarse para ser un partido político serio, con ganas de llegar a acuerdos e impulsar políticas tangibles, sensatas, Trias quiere que Puigdemont siga en la primera línea. ¿Es el mismo Trias de la campaña electoral?
Si se critica al PSC por haber hecho “un Collboni”, por un temor infundado al independentismo, ¿ahora se defiende que Puigdemont siga como si no hubiera pasado nada? Una cosa es facilitar una amnistía, con un coste importante para el PSOE, y otra considerar que Puigdemont debe seguir, como si nada, después de que asegurara que dejará su acta de diputado y, posiblemente la política institucional, si no es elegido presidente de la Generalitat.
Todo político puede desdecirse, está claro. Pedro Sánchez ha apostado por una línea y luego por la contraria y por otra distinta, en función de la coyuntura política. Nadie está a salvo de las contradicciones. Pero si Trias quería que Junts aterrizara, y criticó al PSC por no entender lo que podía suponer su acceso a la alcaldía de Barcelona –esa vía de moderación, que podía volver-- ¿por qué ahora se ha enamorado hasta tal punto de Puigdemont?
Hay que recordar siempre una cuestión: fue Carles Puigdemont quien tuvo todo el peso de la responsabilidad. Si hubiera convocado elecciones, --y a punto estuvo, aplazando su comparecencia en el Palau de la Generalitat por dos veces— toda la sociedad catalana se hubiera evitado el desastre posterior, y también los propios dirigentes independentistas, que fueron encarcelados. Oriol Junqueras fue desleal. Sí. Se hizo el sordo y boicoteó esa posible convocatoria electoral. Pero quien tenía la decisión en su mano era Puigdemont.
Trias, ahora, pide a Puigdemont que siga liderando Junts, pase lo que pase. Porque es “un líder”. Ese es el legado de un dirigente convergente que tuvo enormes responsabilidades en muchas instancias institucionales. ¿Por qué lo hace?